En su investigación, los especialistas estudiaron las moscas del género Drosophila —también conocidas como 'moscas de la fruta'—, cuyas enfermedades genéticas coinciden en dos tercios con las de los humanos.
Los ejemplares que consumían alimentos con bajos contenidos de proteínas durante la etapa inicial de su vida vivían el doble que el resto de sus congéneres.
Según los científicos, estos resultados pueden explicarse por los efectos provocados por una sustancia conocida como lípidos, que es producida por la piel.
Cuando un ejemplar recibe alimentos con un alto contenido de proteínas la toxicidad de los lípidos aumenta. Como resultado, esta sustancia pierde su efectividad a la hora de proteger el organismo ante los elementos que provocan el envejecimiento.
Además, los investigadores afirman que los lípidos producidos por las Drosophila influyen sobre la expectativa de vida de sus vecinas. Es decir, el aumento de la densidad de población en un recipiente redujo la esperanza de vida general. Sin embargo, esta regla no se cumplió con las moscas genéticamente modificadas, cuyos cuerpos no producen lípidos tóxicos.
"Los humanos, igual que las moscas de la fruta, producen lípidos, que humidifican la piel y la protegen de las influencias negativas a las que la epidermis se somete diariamente. No obstante, esta sustancia también puede ser dañina al reaccionar a la luz del sol y crear materias químicas que aceleran el envejecimiento", explicó Alex Gould, uno de los autores de la investigación.