La idea del valeroso caballero medieval encerrando el sexo de su amada, creyendo ingenuamente que un simple candado será suficiente para mantener alejados a otros hombres y conservarla pura, ha sido parodiada en infinidad de medios.
Películas como Arriba el cinturón de castidad, El cinturón de castidad, y la más famosa de todas, Las locas, locas aventuras de Robin Hood, han exprimido la idea del cinturón de castidad con un gran efecto cómico.
Ciertamente hay referencias a cinturones de castidad en la literatura medieval, y se han conservado incluso algunos ejemplos de estos artefactos. ¿Pero eran realmente utilizados? Y de no ser así, ¿cómo surgió este mito?
¿Qué era el cinturón de castidad?
La información que ha llegado hasta nosotros y las fuentes de las que disponemos describen en todos los casos el cinturón de castidad de la misma forma: un artefacto metálico que se cerraba con llave alrededor de los genitales de una mujer para impedirle cualquier tipo de actividad sexual. Hay variaciones en el estilo. Se dice que algunos de estos cinturones tenían correas de cuero para la cintura, mientras que otros son descritos con un mayor poder disuasorio para cualquier hombre que intentara eludirlo, bajo la forma de clavos con la punta hacia fuera amenazando a cualquier eventual aspirante a pretendiente.
E.J. Dingwall concluye que probablemente fueran inventados en Italia alrededor del año 1400, pero aclara asimismo que muy raramente eran utilizados, y que la evidencia de su uso continuado en la época del Renacimiento sólo se produce, siendo realistas, en la literatura erótica del siglo XVI.
Verdad y ficción
Aunque existen algunas evidencias de cinturones de castidad del siglo XV, algunos historiadores han argumentado que las primeras referencias a cinturones de castidad eran puramente metafóricas, particularmente porque llevar puesto un cinturón de metal alrededor de la cintura provocaría cortes en su portador y, en un tiempo en el que aún no existía el acero inoxidable, el metal no hubiera tardado mucho en comenzar a oxidarse, conduciendo probablemente a una infección que rápidamente se hubiese vuelto mortal. Los artefactos menos dolorosos – pero, francamente, aún con aspecto de aparatos de tortura, con correas o forros de cuero o terciopelo, tendrían que haber sido limpiados con frecuencia, con lo que la retirada periódica del cinturón de castidad para su limpieza sin duda habría ido en contra de su propósito original.
El Museo Británico sostiene la creencia de que la gran mayoría de cinturones de castidad que forman parte de colecciones de museos se hicieron en los siglos XVIII y XIX como “curiosidades para los lujuriosos, o bromas para los aburridos.” Ésta es una opinión compartida por el Museo Haáz Rezsö, que recientemente dedicó una exposición entera a refutar el mito del cinturón de castidad medieval. Su consenso es que el cinturón de castidad era algo muy parecido a la doncella de hierro – objetos diseñados sencillamente para deslumbrar a un público entusiasmado con la idea de los aparatos de tortura y las retrógradas creencias de sus antepasados.
La mayoría de las más antiguas imágenes de cinturones de castidad son caricaturas que parodian la propia idea del cinturón de castidad, dejando claro al lector que el aparato no es más que una absurda iniciativa condenada al fracaso. Estas imágenes a menudo bromean a costa del marido celoso que se va de viaje.
Un grabado en madera de finales del siglo XVI llega hasta el punto de dibujar al marido con orejas de burro. Realizado en la misma época aproximadamente que se escribió Sueño de una noche de verano, las orejas de burro, como la cabeza de burro de Bottom en la obra, habrían sido universalmente interpretadas con el significado de ‘este tío es tonto’. Por lo tanto, podemos suponer que, aun en el caso de que hubiera cinturones de castidad disponibles en una época determinada, no eran considerados una forma efectiva de mantener intacta la fidelidad de una mujer.
¿El golpe definitivo?
La representación más antigua que ha llegado hasta nosotros de un cinturón de castidad es una ilustración del Bellifortis de 1405. Fue realizada por el ingeniero militar alemán Konrad Kyeser. Es un dibujo bastante utilitario y, a diferencia de las parodias del siglo XVI, en él no aparece ningún marido cómicamente ausente. Ésta podría ser la prueba necesaria para poder afirmar que los cinturones de castidad existieron realmente, de no ser por un detalle.