Sus miembros, cuyo primera misión era la de proteger a los peregrinos cristianos del acoso musulmán cuando viajaban a Tierra Santa, vivieron hasta los 70 años de edad; un caso peculiar y extraordinario teniendo en cuenta que la esperanza de vida durante la Edad Media estaba entre los 25 y 40.
Hugo de Payns, fundador de la poderosa institución cristiana, falleció a los 66 años. Este no es el único ejemplo: Jacques de Molay, el último Gran Maestre, fue quemado vivo a la edad de 70. Y otro tanto pasó con Godofredo de Chamay, quien acabó ejecutado a los 63.
Durante décadas circularon las hipótesis de que a los Templarios se les concedió un don divino o que dispusieron de algún brebaje mágico para ser más longevos. Su secreto, sin embargo, pareció encontrarse en una razón bastante mundana basada en la nutrición y la higiene. La investigación del doctor de medicina Francesco Fransecchi y su equipo fue la responsable de desvelar, hace algunos años, este misterio. Su estudio, publicado en la revista científica internacional «Digestive and Liver Disease», puso de relieve cómo estos monjes-soldados se alimentaron de forma diferente a la de la época.
En la Edad Media la alimentación era rica en grasas y calorías, sobre todo en las clases más altas, las cuales podían permitirse el lujo de consumir mucha carne. Enfermedades como la gota y la obesidad eran símbolo de fortuna y opulencia. Según este estudio, los niveles de colesterol y triglicéridos eran exagerados. Frente a semejantes excesos, «la dieta de los Templarios era muy moderada», ya que era inimaginable ver a un caballero aquejado de sobrepeso luchando contra las ágiles tropas musulmanas.
El régimen de los templarios buscaba equilibrar las costumbres de un monje con la vida activa de un caballero, que no podía ejercer su trabajo con el estómago vacío. Opinaban que sobrepasar las cantidades estipuladas de alimento podía causar que el organismo se corrompiera.
La estricta alimentación y forma de vida de los miembros de la Orden del Temple es considerada por estos investigadores como la «antesala de la dieta mediterránea»: poca carne (dos veces por semana), muchas legumbres, pescado y fruta fresca. La explicación reside en «el efecto positivo ejercitado en la flora intestinal», según aseguraban. Esto les permitía, además, poseer la capacidad de luchar contra las enfermedades cardiovasculares habituales de la época.
Franceschi ofreció algunos detalles de ese régimen. En sus palabras, la Orden prohibía la caza y daba mucha importancia al consumo de pescado, por lo que se dedicaron a su cría. Otro alimento presente era el aceite de oliva, un producto muy ligado a la actual cultura del Mediterráneo. El agua la solían beber con zumo de naranja «para enriquecer la carga anitbacteriana» y al vino le añadían la pulpa de aloe, que era una planta «dotada de acciones antisépticas».
Estricto comportamiento higiénico
Además de estas estrictas normas sobre nutrición, los Templarios observaban también rígidas reglas de comportamiento basadas en la higiene. La disciplina en la mesa era necesaria y respetada. El refectorio debía estar siempre limpio y en buenas condiciones, al igual que tenían que mantener el mantel aseado.
También era obligatorio lavarse las manos antes de comer «para evitar la propagación de infecciones», según explicaba el estudio. Unas reglas que los caballeros habían adoptado de sus enemigos árabes, quienes tienen unos estándares de higiene personal muy altos, ya que el Islam hacía especial énfasis en el aseo y la purificación espiritual y física.
Las habituales prácticas de los monjes-soldado chocan de manera drástica con el aseo medieval, escaso hasta por parte de los mismos monarcas, quienes tenían miedo al agua. Estos pensaban que les abría los poros de la piel y, a través de ellos, la suciedad y la infección entraban en su cuerpo.
Estas costumbres higiénicas y la dieta «mediterránea» son la explicación de la extraordinaria longevidad de los Templarios. La investigación del equipo de médicos italianos concluía con el lema «aprender del pasado nunca fue más apropiado».
La misión de los Templarios
La historia de los caballeros Templarios es tan apasionante como desconocida. Fue una antigua Orden creada en 1118 que se convirtió en una de las comunidades militares cristianas más poderosas e influyentes de la Edad Media. Pero, antes de hacerse populares, no eran más que unos pocos caballeros dispuestos a defender a los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa y eran acosados por los musulmanes.
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (más conocidos como Caballeros Templarios) se difundió en toda Europa con fortificaciones en Tierra Santa y por todo el Mediterráneo. Construyeron numerosas iglesias, a las cuales llamaban siempre «templo». Con el paso de los años lograron acumular inmensas riquezas, llegando a convertirse en una potencia económica y política. Al final, fueron vistos con recelo por los soberanos europeos.
Con los años se desencadenó una ola de represión contra la Orden que llevó a la confiscación de sus bienes. El Papa Clemente V la disolvió en 1307, presionado por el rey francés Felipe IV.
A partir de entonces, y hasta 1314, muchos fueron apresurados y condenados a tortura en Francia. Se les acusaba de todo tipo de atrocidades, además de idolatrría; gran parte meras invenciones. Muchos caballeros lograron huir por mar para evitar ser capturados. Partieron desde el Atlántico enarbolando la cruz roja de la Orden del Temple y desaparecieron sin dejar rastro. En la actualidad, su paradero singue siendo desconocido.
Irene Mira