Un aspecto de la investigación -publicada en la revista especializada Neuropsichopharmacology- que los expertos consideraron como "sorprendente" fue cómo el efecto del gusto de la cerveza es mayor en las personas con un historial familiar de alcoholismo.
El estudio consistió en realizar un escáner a los hombres voluntarios mientras que con un atomizador se les rociaba en la boca pequeñas cantidades de distintos tipos de bebidas.
Rocío de cerveza
Los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana compararon los efectos que producía a los participantes cuando se les rociaba en la boca agua o bien bebidas energéticas o su cerveza favorita.
A cada uno se le suministró 15 mililitros (ml) del fluido en un periodo de 15 minutos. Esto sería como repartir un vaso de cerveza entre 38 personas, por lo que -según los científicos- el alcohol no tendría efectos en el cuerpo.
Los resultados mostraron que el cerebro liberaba más dopamina después de la cerveza y que los hombres eran más propensos a decir que tenían ganas de tomar una bebida alcohólica.
"Creemos que éste es el primer experimento en seres humanos que demuestra que el gusto de una bebida alcohólica, sin su efecto intoxicante, puede estimular la actividad de la dopamina en los centros de recompensa del cerebro", explicó el profesor David Kareken, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana.
Kareken sugirió que el efecto más pronunciado en hombres con historial familiar de alcoholismo podría significar que hay un factor de riesgo hereditario para esta enfermedad.
"Sorprendente" y "no sorprendente"
Por su parte, el profesor Dai Stephens, de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, considera que los hallazgos del estudio, "pesar de estar muy bien hecho y ser una primera demostración en seres humanos de los efectos del sabor de la cerveza en el cerebro, no son particularmente sorprendentes, pues ya hace tiempo sabemos [a partir de estudios en animales] que los eventos condicionados con el consumo de drogas vienen con un incremento de la dopamina".
No obstante, agregó que "el efecto familiar es sorprendente" y nos plantea preguntas sobre si esto subyace sólo en el alcohol o quizás también en otras drogas.
Por su parte, Peter Anderson, profesor del Uso, Políticas y Práctica de Sustancias de la Universidad de Newcastle, también en Reino Unido, comentó: "Se sabe que todo tipo de elementos desencadenantes, incluyendo el gusto, el olor, las imágenes y los hábitos, aumentan las ganas de beber".
"Este ensayo demuestra que el gusto sólo tiene un impacto en las funciones del cerebro asociadas con el deseo. No es sorprendente que, si el gusto aumenta el deseo, debe tener un impacto en el cerebro".