Dicen los psicólogos que desmentir algo es mucho más difícil que creerlo, incluso aportando pruebas. Con algunas informaciones sobre el cerebro pasa algo parecido. Existen creencias erróneas que se perpetúan en el tiempo, a pesar de que en la actualidad hay pruebas suficientes para refutarlas. Algunos libros se basan en esos mitos, con gran éxito de ventas.
Un ejemplo, "The master and his emissary" (El amo y su emisario), publicado en Estados Unidos en 2009, difundía la idea de que los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro humano tienen "personalidades" opuestas, y han estado en guerra desde la época de Platón. En esa pugna se basaba también un divertido anuncio de cerveza. Evidentemente, algunos se niegan a que la realidad les estropee un buen titular.
A la cabeza del top ten de falsos mitos está la creencia de que sólo utilizamos el 10% del cerebro. Esta idea ha sido llevada al cine con gran éxito por Luc Besson en su última película: "Lucy". Pero no son los únicos mitos sobre el cerebro...
1 ¿Sólo usamos el 10% del cerebro?
Empecemos con un chiste: "El cerebro es un órgano maravilloso. Comienza a funcionar por la mañana y no para hasta que uno llega al trabajo". Lo escribió el poeta Robert Frost y lo citaban enInvestigación y Ciencia, en 2009, Scott Lilienfeld y Hal Arkowitz, psicólogos de las Universidades de Emory y Arizona, respectivamente. Precisamente trataban de desmitificar algunas de las creencias erróneas más extendidas sobre nuestro órgano rector.
Situada en el top ten de falsas creencias está la idea de que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro. Y podría tener su origen, paradójicamente, en algo que escribió William James, considerado el padre de la Psicología en Estados Unidos, y una de las figuras más influyentes en esta disciplina en todo el mundo. Sus aportaciones fueron decisivas para la transformación de la psicología en una ciencia moderna.
James escribió que la mayoría de las personas solo sacan partido deuna pequeña parte de su potencial intelectual. Pero varios autores de masas tergiversaron sus palabras. Uno de ellos fue Lowell Thomas, que en 1936 prologó el best seller "Cómo ganar amigos e influir sobre las personas", donde se decía que solo utilizamos un 10% del cerebro, explican Lilienfeld y Arkowitz.
A principios del siglo pasado había algunos estudios que sugerían que una gran parte de la corteza cerebral permanecía "silenciosa". El avance de las técnicas utilizadas en Neurociencia acabó con esa idea: Esa gran parte silenciosa era lo que hoy se conoce como cortezas de asociación, que juegan un papel esencial en la integración de las percepciones procedentes de distintos sentidos, las emociones y los pensamientos.
Pero quizás las pruebas más concluyentes sean las de neuroimagen, pues como suele decirse valen más que mil palabras: Ninguna zona del cerebro permanece inactiva, ni siquiera mientras dormimos, cuando se observa el cerebro.
Otra prueba en contra. A diferencia de lo que a principios del siglo pasado se creía, no existen zonas del cerebro donde una lesión no acarree ninguna secuela. En la película “A propósito de Henry“, el protagonista, interpretado por Harrinson Ford, recibe un balazo en la frente. La zona más “apropiada” para que se aloje una bala con el mínimo daño, según sostienen los médicos que le atienden. Sin embargo, como sabrán quienes vieron la película, a pesar de todo, Henry debe aprender desde cero tareas tan simples como atarse el cordón de los zapatos.
Un tercer dato en contra: nuestro cerebro, con su kilo y medio, supone aproximadamente un 2% del peso corporal. Sin embargo, consume el 20% -la quinta parte- de la energía de todo el organismo. Mantener el 90% de sus células inactivas sería un coste desmesurado desde el punto de vista evolutivo. En la evolución prima la economía.
En los últimos diez años, la neurociencia ha avanzado más que en los veinte siglos previos. En la actualidad, existen mapas bastante completos del cerebro y en ninguno de ellos aparecen zonas a las que no se atribuya ninguna función.
Por cierto, el 90% que según este falso mito dejamos de utilizar tampoco nos haría tan inteligentes y capaces. En realidad, se ha demostrado que las personas más inteligentes tienen una actividad cerebral por debajo de la media. Lo que sugiere que sus circuitos cerebrales son más eficientes. A veces, menos es más.
2 Dos cerebros en uno
En el puesto número 2 de los mitos más extendidos sobre el cerebro:hemisferio izquierdo lógico y analítico vs hemisferio derecho creativo. Un popular anuncio de cervezas lo utilizaba, aunque con un ligero cambio. "Todo el mundo piensa que el cerebro se divide en derecho e izquierdo. Pero es mentira. Se divide en Norte y Sur. Tu parte norte te lleva al trabajo todos los días, pero es tu parte sur la que dice: nos tomamos una caña después?". ¿Lo recuerdan? Y terminaba coreando un estribillo: todos necesitamos un poco de sur para poder ver el norte...
Muchos libros de divulgación se han basado también en esta supuesta pugna, asociando al hemisferio izquierdo el pensamiento racional y el intuitivo al derecho.En la mayoría de las personas el hemisferio dominante sería el izquierdo y habría que tender a desarrollar más las capacidades atribuidas al derecho. "Esta dicotomía es falsa por simplista" señalan Lilienfeld y Arkowitz. "Según esta falsa idea, las personas con habilidad verbal no deberían gozar de talento artístico, pero las investigaciones indican lo contrario. Es más, los estudios neurológicos sugieren que ambos hemisferios trabajan de forma estrechamente coordinada".
Como todo mito, esta creencia se basa en algunos hechos reales. En este caso, que ambos hemisferios son diferentes. El izquierdo está especializado en el lenguaje y el derecho en habilidades visuales. Pero estas diferencias son relativas, ya que el hemisferio derecho es fundamental en la interpretación de la entonación con que hablamos, que puede dar a una misma palabra distintos significados, por ejemplo.
Los trabajos de Roger Sperry (Nobel de Medicina en en 1981) y Michael Gazzaniga con pacientes que tenían los dos hemisferios cerebrales desconectados, han contribuido a la supervivencia del mito. En esas personas se había seccionado el cuerpo calloso, masa de fibras nerviosas que comunica ambos hemisferios, para combatir la epilepsia. Pero en la mayoría de la gente ambos hemisferios están conectados por esta importante "autopista neuronal" e interactúan constantemente.
3 ¿El tamaño del cerebro determina la inteligencia?
Nuestro cerebro ha ido creciendo a lo largo de la evolución,triplicando su volumen desde el Plioceno. De los 550 cm cúbicos de los australopitecus hemos pasado a los 1.345 que como media tenemos en la actualidad. No han faltado especulaciones a cerca de si el tamaño importa en nuestra especie cuando se trata de inteligencia. ¿A cerebros más grandes, mayor inteligencia?
Javier de Felipe, investigador el Instituto Cajal-Csic y la Universidad Polítécnica de Madrid, que lidera el proyecto Cerebro Humano en España, se ha interesado por esta cuestión. En un artículo publicado en Frontiers of Neuroanatomy, explica que en el siglo XIX y principios del XX se hicieron estudios para averiguar si las personas con capacidades intelectuales excepcionales tenían cerebros diferentes en tamaño o forma.
En particular, un neurocientífico sueco, Gustav Magnus Retzius (1842-1919) propuso a sus colegas que donaran sus cerebros para la investigación. La sociedad Antropométrica Americana también llevó a cabo una iniciativa parecida, con más exito, reuniendo los cerebros de personalidades de todos los ámbitos: ciencia, artes, política, músicos y literatos.
Con los cerebros recogidos en iniciativas de este tipo se puede hacer un top-ten. En el número aparece Lord Byron, cuyo cerebro pesaba 2 kilos y trescientos gramos. Muy por encima de los 1,345 gramos de media. Esto podría llevar a pensar que el tamaño sí importa, si no fuera porque en el otro extremo de la lista se encontraban personas como Anatole France (1844-1924), Nobel de literatura en 1921, cuyo cerebro pesaba poco más de un kilo. Igual le ocurría al cerebro de Francis Gall, fundador de la frenología, una disciplina que sostenía que podía determinarse el carácter y los rasgos de la personalidad por la forma del cráneo.
Aunque el récord de cerebro pequeño lo tiene Daniel Lyons, que murió con 41 años en 1907. No sobresalía por nada en concreto y su inteligencia estaba dentro de lo normal. Pero su cerebro pesaba solo 680 gramos. Casi la mitad de la media.
Según explica De Felipe, las diferencias en inteligencia entre las personas no están determinadas por el tamaño de su cerebro sino posiblemente por el patrón de conexiones entre sus neuronas. Y este patrón dependería en parte de la genética, pero también, y muy importante, de las experiencias de cada uno.
4 El cerebro está inactivo mientras dormimos
El cerebro nunca descansa. Incluso cuando dormimos está trabajando también. Durante el sueño se sintetizan hormonas esenciales para el organismo. Uno de los últimos descubrimientos, de octubre del año pasado: Cada noche experimentamos literalmente un auténtico “lavado de cerebro”, una operación de limpieza indispensable para estar bien despiertos y funcionar a pleno rendimiento al día siguiente.
Lo descubrió un equipo de investigadores de la Universidad de Rochester y se publicó en «Science». Cuando caemos en brazos de Morfeo las células de nuestro cerebro se «encogen» y dejan mayor espacio libre entre ellas para que el líquido cefalorráquideo (LCR) encargado de la limpieza pueda fluir con mayor facilidad a través del tejido cerebral. A su paso este fluido arrastra todas las sustancias de desecho que las células del cerebro (neuronas y glía) han generado durante el día.
5 ¿Escuchar a Mozart nos hace más inteligentes?
El efecto Mozart tiene su origen un polémico artículo publicado en "Nature" en 1993, sobre la influencia de la música de este compositor en la ejecución de tareas espaciales . La psicóloga Frances Rauscher y su equipo, de la Universidad de California en Irvine, afirmaban que las personas desempeñan mejor pruebas espaciales, como el reconocimiento de patrones, o doblar un papel después de escuchar a la "Sonata para dos pianos en Re Mayor" de Mozart (KV448) durante 10 minutos.
Con el aval de prestigiosa revista, lo que después se denominó "efecto Mozart" creció como una bola de nieve y se convirtió en un importante filón para algunas academias de música. Pero en Ciencia, para dar algo por bueno, incluso cuando se publica en revistas de reconocido prestigio, ha de reproducirse por otros grupos de investigación independientes.
Y lo cierto es que la supuesta superioridad obtenida en el test espacial por quienes habían escuchado a Mozart era muy discreta, referida únicamente a tareas espaciales, temporal (unos pocos minutos) y no permitía concluir que potenciara la inteligencia.
A diferencia de la escucha pasiva de música, la educación musical formal sí parece tener efectos positivos más permanentes, según algunos estudios. Incluso uno o dos años de formación musical produce una mejora de de la memoria, la atención y el control ejecutivo. El motivo: las habilidades motoras y auditivas necesarias para tocar un instrumento, en especial en grupo, ponen en juego la atención, la memoria y la capacidad de inhibir otras acciones. El mero hecho de escuchar música pasivamente (el "efecto Mozart") no produce los mismos cambios en la atención y la memoria.
6 El cerebro funciona como una computadora
La analogía cerebro-computadora surgió con la Psicología Cognitiva. Pero esta comparación tiene sus límites. Tanto la mente como la computadora son sistemas de procesamiento que codifican, retienen y operan con símbolos y representaciones. Pero la forma de procesamiento es distinta. Ninguna computadora es tan eficiente y polifacético como el cerebro humano, y con tan poca demanda de energía.
Una computadora es un producto terminado, que en pocos años se queda obsoleto. Por el contrario nuestro cerebro está en constante cambio desde el primer minuto de nuestra vida hasta el último, en función de nuestras experiencias.
La computadora tiene un sistema operativo, mientras que el cerebro operaría con subsistemas que activa y desactiva en función de sus necesidades, algo que hoy no puede hacer una computadora. Las conexiones entre neuronas son plásticas y se modifican en función de las demandas del ambiente. Como explicaba a ABC Rafael Yuste, uno de los principales impulsores del proyecto Brain de Obama, una de las teorías más interesantes es la posibilidad de que el cerebro funcione como una computadora líquida, que esté siempre cambiando, a diferencia de las que tenemos en casa.
7 Cerebro de hombre, cerebro de mujer
A casi todos nos gusta especular o incluso hacer chistes sobre las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres. De hecho hay muchos libros de gran éxito sobre estas diferencias. “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus”, o “Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer mapas” son dos populares ejemplos. Pero qué hay de realidad y qué de ficción.
Las pruebas de neuroimagen aportan pruebas al respecto. El hecho de que utilicen costosos y complejos aparatos que toman “fotografías” del cerebro puede hacer que sus resultados parezcan más reales, fiables e impactantes que los clásicos estudios de comportamiento. Como resultado, la evidencia sustancial de similitud entre géneros, o la sensibilidad de las diferencias de género al contexto, puede quedar eclipsadas por un solo hallazgo.
"Se requiere una buena dosis de escepticismo cuando se trata de estudios sobre las diferencias en el cerebro de hombres y mujeres y lo que éstas significan", advierte Cordelia Fine, de la Universidad de Macquarie en Australia, que comenzó a interesarse por el tema mientras leía un libro que aconsejaba, basándose en las diferencias en el cerebro de chicos y chicas, métodos de enseñanza diferentes. Como académica, sintió curiosidad por las evidencias científicas que justificaban tales afirmaciones y fue a los estudios originales.
Y lo que encontró fue que “había enormes discrepancias entre lo que los estudios de neuroimagen mostraban y las conclusiones y afirmaciones que se extraían de ellos", advierte Fine. Para empezar, la menudo se llevan a cabo con un pequeño número de hombres y mujeres, y las diferencias observadas podrían haber sido debidas al azar. Sin embargo, se encuentran diferencias “estadísticamente significativas” entre los dos grupos, incluso si no hay ninguna diferencia real entre hombres y mujeres en general.
Un estudio con una veintena de participantes que encuentra una pequeña región con aparentes diferencias entre hombres y mujeres no es la última palabra sobre el tema, enfatiza. Pero estas diferencias, a menudo cuestionables y sutiles, se apoderaron rápidamente de los escritores populares, señala, y encuentran fácilmente un hueco en los medios de comunicación.
Otro problema consiste en cómo interpretar esas diferencias. Los neurocientíficos están apenas empezando a entender cómo la actividad neuronal provoca fenómenos psicológicos complejos. La tentación, a la que los escritores populares son particularmente vulnerables, es el uso de los estereotipos de género para salvar esa brecha en el conocimiento científico, explica Fine, que esta empeñada en que las afirmaciones sobre las diferencias en los cerebros masculinos y femeninos no refuercen los anticuados estereotipos de género.
8 Al envejecer perdemos muchas neuronas
En un envejecimiento saludable no se pierden muchas neuronas, sostienen los expertos. Al examinar el cerebro de personas centenarias sin ninguna enfermedad neurodegenerativa, se observa que el número de células es similar al esperado en personas de 60 años. Sin embargo, puede disminuir el número de conexiones, o sinapsis.
El examen microscópico de la corteza cerebral de personas fallecidas con diversos niveles de educación muestra que las neuronas de quienes han tenido acceso a un mayor nivel educativo tienen una mayor ramificación en sus dendritas y un mayor número de conexiones (sinapsis) con otras neuronas para intercambiar información y mantener el cerebro activo.
Para evitarlo, es importante mantener el cerebro activo desde la infancia a la vejez. En este órgano, lo que no se usa se pierde. Cuestión de economía, impuesta por su alta demanda energética: el 20% de la requerida por todo el organismo.
9 ¿Cerebro estático o cambiante?
Gran parte de lo que somos está determinado antes de nacer, sostiene Dick Swaab en "Somos nuestro cerebro", un libro que ha vendido más de 400.00 ejemplares en su país y que en febrero pasado se puso a la venta en España. Según el neurólogo holandés, incluso la inteligencia dependería en más de 80% de la herencia genética.
Los útlimos estudios ponen incluso en jaque esa dependencia genética. El ambiente en que crecemos, lo que comemos, las experiencias que tenemos... dejan huella en nuestro material genético, que lejos de ser estático se modifica en tiempo real, mediante marcas epigenéticas.
Estas marcas epigenéticas son como notas escritas en el margen de nuestro libro genético de instrucciones. Y son las que hacen que dos hermanos gemelos, aun teniendo copias idénticas de ADN, se vayan diferenciando más a medida que crecen. Incluso sus enfermedades pueden ser diferentes: el riesgo de que un gemelo desarrolle esquizofrenia cuando la padece su hermano es del 50%...
Este cambio de visión de material genético inalterable salvo por mutaciones tiene su equivalente también en el cerebro. Una de las caracterísitas más apasionantes de este órgano es su gran capacidad de cambio, o plasticidad. Este término fue utilizado por primera vez por el psicólogo William James en referencia a lo adaptable de nuestro comportamiento en diversas circunstancias.
Santiago Ramón y Cajal, adelantado a su tiempo, intuyó que esas modificaciones deberían tener un correlato neuroanatómico. Sin embargo, su acertada intuición cayó en el olvido y se aceptó que el sistema nerviso adulto, una vez concluido su desarrollo, sufría pocos cambios.
Pero en las últimas décadas se han acumulado cada vez más evidencias de que el sistema nervioso es mucho más plástico de lo que se pensaba: "Se admite hoy que las redes neuronales que lo componen permanecen plásticas, modificables, a lo largo del curso entero de la vida. Dicha plasticidad constituye una de sus adaptaciones más importantes. Englobado bajo la denominación de plasticidad neural (neuronas más céluas de glía) el concepto está plenamente aceptado", explicaba en 2003 en Investigación y Ciencia Manuel Nieto Sampedro, del Instituto Cajal-Csic.
ABC