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Miércoles, 10 Septiembre 2014 16:57

Un material súper resbaladizo que evita que se fijen las bacterias

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El biólogo Oriol Marimón, miembro del grupo de científicos monologuistas The Big Van Theory,  explica perfectamente qué es un biofilm utilizando la siguiente metáfora: si una bacteria es  un guerrillero en la batalla que supone una enfermedad para nuestro cuerpo, el  biofilm es un ejército regular con sus unidades especializadas cada una en una  cosa distinta.

 

Todo lo que hace falta para que se desarrolle el biofilm es una superficie  donde las bacterias puedan establecerse y organizarse. Y esa superficie puede  ser prácticamente cualquier cosa: desde las cañerías de cualquier casa hasta los  instrumentos que utilizamos para cocinar o el instrumental médico que se utiliza  en los hospitales.

Se trata de un obvio problema sanitario, ya que el biofilm puede causar  infecciones o contaminar alimentos o agua para el consumo.

Un equipo de científicos de la Universidad de Harvard ha desarrollado un  material que impide el desarrollo de estas colonias bacterianas, y lo ha hecho  imitando a un inesperado protagonista: las plantas carnívoras. Algunas de estas  discretas cazadoras consiguen atrapar a sus presas atrayéndolas con colores  vivos y cerrándose sobre ellas por sorpresa. Otras, sin embargo, prefieren  limitarse a esperar mientras los insectos resbalan hacia su interior, sin  posibilidad de escapar.

Lo consiguen gracias a una sustancia que recubre su superficie y que impide  que los insectos se puedan agarrar a ella, deslizándose hacia el estómago de la  planta sin poder hacer nada para evitarlo. Los investigadores, con el doctor  Tak-Sing Wong a la cabeza, han logrado replicar este mecanismo.

Para hacerlo, trabajaron ensamblando estructuras a micro y nanoescala, y  llenaron los espacios entre ellas con un gel lubricante que repele tanto sólido  como líquido, incluyendo biofilm bacteriano. Con esa sustancia pueden recubrir  superficies sólidas y engañar a las bacterias de forma que no encuentren un  punto al que adherirse y proliferar.

“Se han intentado impedir que se forme el biofilm de muchas formas, con  coberturas químicas o antibióticos, por ejemplo. Pero en el mejor de los casos  era una solución a corto plazo. El tratamiento de las superficies se gastaba, o  terminaba cubierta de polvo, o las propias bacterias depositaban otra capa sobre  la que se suponía que tenía que prevenir su aparición. Al final, el biofilm se  las apañaba para establecerse y crecer en prácticamente cualquier superficie  sólida que pudiésemos idear”, explica Joanna Aizenberg, coautora del  descubrimiento.

De forma que le dieron al asunto un nuevo enfoque y buscaron inspiración en la  naturaleza. Así desarrollaron SLIPS (Slippery-Liquid-Infused Porous Surfaces, que  no por casualidad forma la palabra resbalón en inglés). Aplicado sobre  una superficie, repele no solo las bacterias sino también líquidos tanto de base  acuosa como oleosa e incluso previene la formación de hielo o escarcha. Llevando  su aplicación a otros campos, podría utilizarse por ejemplo sobre el casco de  los barcos para evitar que se adhieran los crustáceos, algo que aumenta el  consumo de energía hasta en un 40%.

“Básicamente hemos convertido lo que una vez fue una superficie sólida  perfecta para las bacterias en una superficie líquida, de modo que no pueden  agarrarse a ella para formar el biofilm y en caso de que se forme, se puede  quitar fácilmente porque resbala”, explica Wong.

Slip funciona tanto en entornos estáticos como en contacto con una corriente,  lo que lo hace perfecto para utilizarlo en dispositivos médicos que interactúan  con fluidos del cuerpo humano. Por supuesto, se trata de una sustancia que no es  tóxica, fácil y barata de producir en grandes cantidades y que no necesita para  mantenerse limpia nada más que la gravedad, ya que todo resbala sobre ella.

El potencial de SLIP es tal que la revista que edita el Instituto Tecnológico  de Massachusetts, la MIT Technology Review, ha elegido a Wong como uno de sus 35 innovadores con menos de 35 años. Éste sigue  trabajando para desarrollar nuevos materiales inspirados en la naturaleza, como  wearables con capacidad para camuflarse o gadgets que se adhieran a las paredes.  “Podríamos trepar como Spider-Man o camuflarnos como un camaleón”. 

 

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