"No entiendo por qué la palabra 'obsesivo' tiene una connotación negativa. Soy obsesivo, y me gusta", le dice a la BBC. "Se me ocurre una idea y me mantengo fiel a ella".
La idea se le ocurrió a los 16 años cuando estaba buceando en Grecia. "Vi más bolsas plásticas que peces", cuenta. Pero lo que más le sorprendió fue que nadie pensaba que el problema era solucionable.
En los últimos 30 o 40 años, millones de toneladas de plástico se depositaron en los océanos. De las 288 millones de toneladas que se producen al año, el 10% van a parar a los océanos.
La mayoría -el 80%- viene de los desechos que se producen en tierra y se cuelan por los desagües, de ahí llegan a los ríos hasta que finalmente alcanzan el mar.
Las corrientes marinas arrastran los plásticos, que se congregan en cinco sistemas conocidos como remolinos, en los principales océanos. El más famoso es conocido con el nombre de "Gran mancha de basura del Pacífico", localizado entre Hawái y California.
Y como los pedazos de plástico no están fijos en un punto sino que giran por acción de las corrientes, sacarlos del agua se vuelve aún más complejo.
En el aula
La inspiración le surgió en un momento dado: ¿por qué en vez de tratar de perseguir a los desechos no aprovechamos las fuerzas de las corrientes y hacemos que vengan hacia nosotros?, se preguntó Slat.
El joven desarrolló este concepto como parte de un proyecto científico escolar: la idea consiste en distribuir una serie de barreras flotantes, ancladas al fondo del mar, para encerrar a la basura flotante.
El plástico se movería a lo largo de estas barreras hacia una plataforma, desde donde se lo podría extraer fácilmente.
Las corrientes oceánicas podrían circular libremente por debajo de las barreras, trasladando en ellas a los animales marinos. Los plásticos recolectados podrían reciclarse para crear otros productos.
La iniciativa lo hizo merecedor de un premio.
Para la mayoría de los adolescentes, la historia hubiese acabado allí, pero ese no fue el caso de Slat.
Tras abandonar temporalmente sus estudios de ingeniería aeroespacial en la universidad y su vida social, el joven puso todo su empeño en sacar su proyecto adelante.
Slat creó una fundación, "The Ocean Cleanup" y luego de incansables intentos para conseguir financiación, logró obtener US$80.000 en dos semanas.
El daño
Según el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas, hay un promedio de 13.000 piezas de plástico flotante por cada kilómetro cuadrado de océano, pero esta cifra se incrementa hasta un millón de trozos en los remolinos.
Muchos de estos pedazos acaban siendo ingeridos accidentalmente por animales marinos que pueden llegar a perecer de inanición porque su estómago está lleno de plástico.
Los albatros son particularmente vulnerables porque se alimentan de huevos de peces voladores, que están pegados a objetos flotantes que en la actualidad son mayormente trozos de plástico.
Las tortugas suelen ser víctimas de las bolsas plásticas, porque, cuando están bajo el agua, son muy fáciles de confundir con medusas.
Por otra parte, los plásticos actúan como esponjas y absorben las sustancias químicas presentes en el agua.
"Hoy día hay muchos contaminantes en los océanos, como por ejemplo DDT", le dice a la BBC Nancy Wallace, directora del Programa de Basura Marina de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
"El plástico absorbe las sustancias químicas y las aves y los peces consumen trozos de plástico. Entonces, la pregunta es ¿qué impacto tiene esto en la cadena alimenticia?", dice Wallace.
Las críticas
El proyecto de Slat generó gran entusiasmo entre el público pero también una ola de críticas.
Uno de los problemas es que el plástico no solo flota en la superficie, también se halla en toda la columna de agua e incluso en el sedimento, en el fondo del mar.
"Puedes ir a un lugar nunca antes explorado, al confín de la tierra, y te das cuenta de que la basura llegó primero", le dice a la BBC Kerry Howell, investigador de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido.
Pero más allá de la efectividad de la tecnología, muchos cuestionan si esto debería ser una prioridad o no.
"Creo que es una tontería concentrarse en metodologías para sacar el plástico de los océanos cuando en realidad deberíamos evitar que lleguen hasta allí", dice Richard Thompson, de la Universidad de Plymouth.
"Si tuviese dinero para invertir en buscar una solución al problema, emplearía el 95% en tratar de hallar una forma para evitar que el plástico llegue al océano. Claro que sería ideal encontrar cómo quitarlo de allí, pero no debemos engañarnos", dice.
"Es como tratar de secar el piso del baño con un trapo mientras dejamos los grifos de la bañera desbordada completamente abiertos", añade.
Para hacer frente a las críticas, Slat elaboró un informe de viabilidad de 530 páginas. Su investigación, que realizó de forma conjunta con más de 70 ingenieros y científicos, está basada en pruebas extensas y modelos de simulación por computadora.
Y, si todo sale como está previsto, Slat podría concluir la construcción de la plataforma en el Atlántico Norte (donde se recogerán los residuos atrapados por las barreras flotantes) para 2020.
Mientras sus amigos llevan una vida normal, Slat continúa trabajando 15 horas al día. Pero esto no parece preocuparle demasiado.
"Si quieres hacer algo, tienes que hacerlo lo más pronto posible", y eso significa ya.
BBC