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Lunes, 08 Diciembre 2014 06:00

Muere Ralph Baer, padre del videojuego doméstico

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Ralph Baer en 2005 junto a sus invenciones: 'Ping pong' y 'Simon'. Ralph Baer en 2005 junto a sus invenciones: 'Ping pong' y 'Simon'. AP
  • Ralph Baer, inventor de la primera consola doméstica, ha muerto en su hogar a los 92 años

Inventó la “caja marrón”, como se llamó de manera informal a Magnavox Odyssey, la primera consola doméstica que salió al mercado en 1972. Este sábado, Ralph Baer (Rodalben, Alemania, 1922) falleció en su hogar de Manchester (Nuevo Hampshire, EEUU) a los 92 años. De origen judío,  escapó junto a su familia de la Alemania nazi a Estados Unidos en el otoño de 1938, y fue el primero en convertir la televisión en un centro de entretenimiento interactivo.

Antes de descubrir las bondades del ocio electrónico sirvió en el ejército de EEUU. Tras graduarse como técnico de radio en 1940, en 1943 fue llamado a filas. Le destinaron a Londres, en una unidad de inteligencia militar. Al final de la contienda, de vuelta a la vida civil, comenzó a trabajar en una incipiente industria tecnológica en Sanders Associates. Después de años de insistencia consiguió la luz verde de sus superiores para hacer realidad su idea. En 1966 mostró el primer prototipo de su Brown Box. No les convenció del potencial del invento y cambió de empresa. Sanders estaba especializada en tecnología militar. Aunque su día a día lo ocupaba la creación de equipamiento de quirófano, altavoces y placas con circuitos integrados, Baer considero que un incipiente parque de 40 millones de televisores representaba un mercado interesante para su idea.

En 1972 Magnavox, su nuevo empleador, licenció la primera consola de videojuegos. No tenía nada que ver con lo que hoy se entiende como tal. Se trataba de un aparato robusto, con una ranura para introducir las tarjetas donde se guardaban los juegos. Este modelo llegó a contar con un catálogo de 27 títulos. La consola, con un precio de 100 dólares, vendió más de 100.000 unidades.

La Magnavox Oddyssey, primera consola doméstica de la historia. / WIKICOMMONS
La Magnavox Oddyssey, primera consola doméstica de la historia. / WIKICOMMONS

Uno de los juegos más exitosos era una simulación de tenis, un prototipo del ya mítico Pong de Atari en cuyo desarrollo trabajaron Steve Jobs y Steve Wozniak, cuando solo eran dos amigos que necesitaban dinero con un sueño: crear los ordenadores Macintosh. A Baer se le considera precursor de los juegos de temática deportiva con un arcaico fútbol, hockey supuestamente sobre hielo, balonmano y el ya citado tenis. Las diferencias entre deportes o su mecánica exigían cierta abstracción, pues la consola era en blanco y negro, la lentitud acusada y el tamaño de los píxeles considerable.

En su curiosidad por explorar nuevas formas de interacción digital creó también el primer simulador de caza. Odissey contaba con una pistola de luz que creaba la ilusión de cazar patos en el televisor. Diez años después los modelos Master System de Sega y Famicom de Nintendo relanzaban esta idea.

Su capacidad inventiva le llevó a crear el primer pasatiempo mental que unía electrónica, programación y habilidad con la memoria.Simon, un popular juego en el que se tiene que repetir una secuencia de luz, color y sonido con cuatro botones fue fruto de la imaginación de Bauer, aunque lo comercializó la firma de juguetes MB tanto en el mercado americano como en Europa.

Bauer volvió a Sanders, donde se jubiló en 1987. Dijo adiós a la industria que él mismo fundó antes de que despegase. La hegemonía de Magnavox duró solo cinco años, hasta que Atari lanzó su modelo 2600. El inventor de una categoría de producto que cuya cifra de negocio es hoy comparable a la del cine, se perdió la batalla entre su país de adopción y Japón. El relevo de Atari lo tomó una centenaria empresa dedicada a los naipes, Nintendo, a la que se sumó Sega, también japonesa. En la siguiente generación llegaron Sony y Microsoft al terreno de juego. Desde entonces, la competencia es constante y con dos filosofías muy acusadas. Mientras que en Occidente triunfan los juegos más competitivos y pensados en la acción, en Asia agradan las mecánicas repetitivas, algo más relajadas.

A lo largo de su vida registró 50 patentes en EEUU y más de 100 en todo el mundo. Su última aparición pública fue en 2006, cuando decidió donar sus prototipos y documentación de los inventos a la institución cultural Smithsonian de Washington. El entonces presidente George W. Bush le condecoró con la Medalla Nacional de Ciencia y Tecnología por su aportación a la industria.

Los 'hijos' lloran a su 'padre'

Á.L. SUCASAS

Ahora que los creadores del videojuego comienzan a ser visibles —y hasta mediáticos en el caso de estrellas como David Cage, Phil Fish, Ken Levine o Jonathan Blow—, la muerte del padre de todos ellos provoca la pleitesía de sushijos en las redes sociales. 

Pero incluso su gran rival, el fundador de Atari Nolan Bushnell con el que incluso Baer litigó en los tribunales, ha querido manifestar su pena en declaraciones a este periódico: "El mundo del videojuego ha perdido a un pionero. Las contribuciones de Ralph al ascenso del medio no deben ser olvidadas"

Ken Levine, creador de Bioshock, lo despide así: "Conocí a Ralph Baer una vez en Video Games Live. Parecía muy orgulloso de lo que había logrado. Me alegro que haya podido ver cuán grande se ha hecho [el videojuego]". Tim Schafer, cocreador de Monkey Island y genio de Lucas Arts, también ha sido más breve: "RIP Ralph Baer. Gracias por TODO". 

Desde España, también se lo despide con cariño. Raúl Rubio, líder de Tequila Works, la compañía que trabaja en uno de los juegos más esperados de PlayStation 4 (Rime), asevera: "Ralph Baer fue un pionero. Sin su esfuerzo y curiosidad no estaríamos aquí. Gracias, Mr. Baer". Iván Lobo, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Interactivas y del Gamelab, subraya la importancia que ha tenido una vez más el genio exiliado de un inmigrante: "No muchos de los 1.800 millones de personas que juegan hoy a videojuegos sabrán quién es. Ni se pararán a pensar en qué hubiera pasado si Baer, que tuvo que huir con su familia judía de Alemania, no hubiera tenido una segunda oportunidad en América. Me parece relevante que alguien que está al borde de la muerte un día, acabe después cambiando el mundo en que vivimos".

 

El País

 

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