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Jueves, 04 Junio 2015 00:34

Por qué algunos cuerpos no se descomponen tras la muerte

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Marzo de 2014, Rennes, noroeste de Francia, un equipo de arqueólogos trabaja en las profundidades del Convento de los Jacobinos. Acaban de destapar cuatro ataúdes de plomo del siglo XVII, abren tres y dentro encuentran esqueletos, claro. Pero al abrir el cuarto se quedan petrificados: un cuerpo incorrupto de 358 años aparece ante sus ojos.

 

Los restos son los de una mujer de un metro y 45 centímetros llamada Louise de Quengo, según revelan ahora los arquéologos del instituto Inrap.

Una viuda de la nobleza que conservaba sus ropajes y la carne de su cuerpo, aunque con aspecto desagradable.

En sus carnosas manos sostenía un crucifijo. Y un último detalle escabroso: le faltaba el corazón.

¿Una santa?, ¿brujería, quizás? La respuesta suele ser más terrenal.

La ausencia del corazón se debe a que se lo extrajeron después de fallecer (a los 60 años), al igual que el de su marido, para meterlo en un cofre por mor de un rito funerario de la época.

El cuerpo de la noble Louise de Quengo, hallado en Rennes (Francia) conserva también su ropaje.

No es el primer caso de cadáveres que se descubren en un excepcional estado de conservación.

Por distintos motivos, hay cuerpos incorruptos de santas, de Papas, de monjes budistas, de revolucionarios rusos, de hombres de la edad de bronce o anónimos contemporáneos de los pueblos de Noruega.

Más allá de creencias místicas, la ciencia explica los motivos para la buena conservación de éstos cadáveres.

En unos casos el proceso es natural y en otros reciben la ayuda (confesada o no) del hombre.

Momificación espontánea y natural

Según explica el antropólogo forense, José Manuel Reverte Coma, en sus estudios para el panameño Instituto Gorgas de Estudios de la Salud, estos cadáveres que aparecen conservados no tienen nada de mística o magia.

"La sequedad produce la momificación espontánea o natural", explica Reverte.

Se trata de un proceso de desecación espontánea o natural que impide la putrefacción y descomposición del cadáver.

"Este fenómeno se da en algunos lugares como son las criptas de algunos monasterios donde la sequedad del ambiente y la ausencia de insectos, unido quizás al hecho de que el cuerpo estaba […] exento de grasa y a la existencia de un medio interno adecuado para destruir las bacterias responsables de la putrefacción, permite que el cuerpo se deseque en forma natural conservándose incorrupto por tiempo indefinido", cuenta.

Algo que parece encajar con el caso de la noble francesa.

Otro camino, opuesto al anterior, es cuando el cadáver queda en un ambiente de humedad relativa, pero estéril.

"Se produce el fenómeno llamado 'adipocira' (de adipós, grasa y cira, cera)", relata Reverte.

Primero se produce una saponificación (transformación de los tejidos en jabones mediante la grasa) y luego una fase plástica, durante la cual las partes blandas se transforman en algo parecido a la plastilina.

"La piel queda elástica convirtiéndose en una especie de badana, como si la hubiesen curtido".

En algunos casos, los tejidos se transforman en cera. "Como la de una vela derretida, que mantiene la forma de los órganos con gran precisión", apostilla el científico.

 

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