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Sábado, 24 Junio 2017 21:52

Irán, paraíso de los cirujanos plásticos

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Tres chicas, dos de ellas operadas de rinoplastia, se hacen un 'selfie' en Teherán. Tres chicas, dos de ellas operadas de rinoplastia, se hacen un 'selfie' en Teherán. BEHROUZ BADROUJ

a primera vez que lo vi me estremecí: decenas de mujeres con el rostro parcialmente vendado.

Las que menos, con la nariz cubierta. "Aquí se dan de sartenazos en la cara. Pura violencia doméstica", me dije. Luego empecé a ver a chicos de la misma guisa y a otras personas luciendo una tirita sobre el tabique nasal demasiado ufanas, creí, para la gravedad del problema que había diagnosticado. "Sí", me dijo finalmente una amiga iraní tras dos días de preocupación, "es un problema. Pero no el que crees": Irán tiene la ratio de rinoplastias per cápita más alta del mundo.

Según un artículo de 2013 del diario conservador 'Etemad', 200.000 iraníes se operan la nariz cada año. Aquí se realizan siete veces más cirugías nasales que en Estados Unidos muy a pesar de los clérigos, que las consideran un sometimiento al canon de belleza occidental y una manipulación de la creación divina. El ayatolá Jomeini las condenó recordando el 'hadiz' 'Dios es bello y adora la belleza'. Aunque al constatar la presencia de mujeres piadosas -todas ellas vestidas con chador negro- esperando en la sala a que las visite el doctor Hosnaní, cualquiera diría que más de una opina que al Creador tampoco le molestará un toquecito de bisturí.

Dios agració a los iraníes con unos ojos ligeramente rasgados, cejas arqueadas, pómulos firmes, un gracejo natural y un saber estar que parece registrado en el mismo ADN. Pero está claro que no fue suficiente.

"Los iraníes somos bellos. Solo tenemos un pequeño defecto: la nariz", dice Hamidreza Hosnaní en el quirófano mientras hila con paciencia, y un pico de entusiasmo, una puntada, otra, otra, otra, el surco nasolabial y la nariz en obras de una mujer sedada. Hosnaní, el Aaron Rollins -cirujano estético de las estrellas en Beverly Hills- iraní, dirige la mayor clínica privada de la calle Saneí, el bulevar de los sueños plásticos, en un distrito de clase media de Teherán. Por sus finos guantes de látex pasan, dice, alrededor de 60 narices al mes. Su principal misión es "rebajar el pronunciado tabique nasal, distintivo de Oriente Próximo, y elevar ligeramente el lóbulo". "Dejarla neutral", resume, en contraposición a la epidemia de "narices fantasía", élficas, que casi provoca que Teherán se asemejara, hace dos décadas, al Rivendel de Tolkien.

"Un servicio al pueblo"

"Ya son 10 años operando. Esto no es un negocio, sino un servicio al pueblo. Es mi amor", concluye. Sus clientes, "un tercio de los cuales son hombres", proceden de dentro y fuera del país, pertenecen a un amplio rango de edad, en el que hay hasta menores de 15 años, y sus bolsillos son cada vez menos acaudalados, debido, en parte, a la feroz competencia en el sector. Hamidreza Hosnaní se anuncia prometiendo la nariz soñada por entre 2.500 y 3.200 euros -algo menos que en España, donde una rinoplastia cuesta una media de 5.000 euros en adelante-, dos meses de proceso, una hora de operación y un año de postoperatorio. "Es una intervención sin complicaciones", indica.

Es media tarde y en la sala de espera de la consulta del doctor Hosnaní, un piso diáfano en la misma calle Saneí, aguardan para pasar revista un chico de aspecto adolescente junto a un amigo, una maestra de 27 años con su madre y una mujer joven, sola, que lleva chador. Un programa de humor de sobremesa ameniza la espera. Masumé Hasharí, la recepcionista, de la que nadie diría que tiene 50 años por los milagros que el bisturí ha hecho sobre su cara, va dando paso al despacho.

"La motivación estética es muy importante a la hora de decidir someterse a una rinoplastia", destaca Hasharí, que tiene una curiosa teoría para explicar esa obsesión de las iraníes por la estética facial en general, y las reformas nasales en particular: "Dado que se fuerza a las mujeres a cubrirse, ellas potencian estéticamente aquello que queda al descubierto". Como la nariz. O el maquillaje. En Turquía, si una chica se pasa con la pintura se dice que se maquilla como una iraní".

Sin embargo, cuando pregunto a otras jóvenes la versión difiere. "Respiro con dificultad", enfatiza Shabnam, la maestra, mientras espera su turno. "No es por estética. Lo que diga el médico a mí me parece bien", se suma la madre. Somayé, recién licenciada en Aquitectura, pegada a una 'nariz fantasía', alega también un problema respiratorio. Fátima, fotógrafa de 21 años de constitución endeble, lamenta haberse roto la nariz practicando kárate, lo que la forzó a pasar por el quirófano. Confiesa que muchas de sus amigas también se han sometido a rinoplastias. Y es que los especialistas sugieren que solo una quinta parte de estas intervenciones es por motivos médicos.

La segunda cirugía que más se practica en Irán es el implante de pechos. "La belleza es importante aquí", se justifica Hosnaní, que ahora coge una lima y se vuelve a girar sobre su paciente para rasparle el tabique, sin interrumpir la entrevista: ras, ras, ras: "Sé que en España y en Europa es un tema tabú y que se valora la naturalidad física, pero en Irán, como en Estados Unidos, no hay tal resistencia cultural a la cirugía estética. En Europa, por cierto, las narices son menos prominentes", señala.

Símbolo de estatus

En consecuencia, hoy en día es prácticamente imposible detenerse en cualquier calle de Teherán, mirar alrededor y no detectar dos o tres narices retocadas. En las cafeterías, que son el equivalente a las discotecas españolas, mandan las tiritas nasales. Se presume de rinoplastia. Algunas lo llevan al extremo, prolongando la tirita tras el postoperatorio. Unas pocas van más allá y se vendan pese a no haberse operado: en la clasista sociedad iraní la rinoplastia no es solo belleza, también implica un símbolo de estatus.

"Hay varios factores que explican el deseo de someterse a esta cirugía. El más importante es el de belleza y atención, algo muy corriente en la gente, especialmente en mujeres y más popular en las generaciones jóvenes", opina el profesor Ahmad Yalilí, ex presidente de la Asociación Psiquiátrica Iraní. "Tradicionalmente, ellas se cubren, y al ser la cara la única parte que no se obliga a tapar se presta mucha atención al rostro". Menciona un poema persa: 'La belleza no tolera ser escondida. Si alguien cierra las puertas y la oculta, surgirá de un agujero'.

O de un quirófano de Teherán. "La cirugía estética en chicas, especialmente jóvenes, tiene un efecto positivo en el incremento de su autoestima, y también aumenta sus opciones de conseguir un compañero deseable o éxito en su carrera", sugiere Yalilí. "Otra razón para la popularidad de la cirugía es la influencia de quienes se han sometido al procedimiento y el efecto imitación. Esto ha desembocado en una aceptación social gradual y una normalización que, a su vez, la ha extendido también entre la población masculina", asegura.

"Las operaciones son, esencialmente, el resultado de la mala imagen que la gente tiene de sí misma. Muchos, simplemente, se ven feos", opina el psiquiatra y consejero familiar Reza. "Algunas personas tuvieron, quizá, infancias problemáticas y tensas. Por lo tanto, sufren de baja autoestima y recurren al quirófano porque creen que eso les llevará a disfrutar de mejor vida social".

Ni siquiera los gerifaltes de la República Islámica se libran de la tentación del bisturí. Mujeres y hermanas de altos cargos de la conservadora clase dirigente se han subido a la ola, que a veces rompe de forma trágica y provoca un daño irreparable. De acuerdo con el periódico centrista 'Ettelat' y otros medios iraníes citados por 'The Guardian', Ali Akbar Velayatí, consejero personal del líder supremo Alí Jameneí, perdió a su mujer por complicaciones derivadas de una liposucción.

Quirófanos sin licencia

El peligro de acabar con una nariz mal hecha no es baladí. La alta demanda de rinoplastias ha fomentado la aparición de quirófanos sin licencia. Según una investigación del Centro de Estudios Estratégicos Arya, en Teherán hay 157 cirujanos estéticos autorizados, pero 7.000 personas ejerciendo esa tarea. "Mi operación fue una experiencia desagradable. Perdí capacidad olfativa", se lamenta Fátima, la fotógrafa. Reza, por su parte, señala que "un 30% de pacientes no está satisfecho con su cirugía".

Y eso, recuerda la cineasta y comentarista de cuestiones de género Negar Tahsili, se paga. Con paradoja final. El 'arsh', el dinero de sangre que, según la ley religiosa o 'sharía', debe pagar el culpable de un perjuicio físico, tiene una aplicación particular en el caso de las rinoplastias. "Cuando se mata a una mujer su cuerpo se tasa a la mitad del precio que el de un hombre", explica Tahsili. "Según el sistema judicial iraní, en caso de que una nariz quede totalmente dañada el doctor debe resarcir en 'arsh' lo correspondiente al precio de todo un cuerpo completo", añade, y concluye: "El colmo es que, si la víctima solicita el arsh a un médico que ha inutilizado su nariz, él deberá pagar justo el mismo importe que le daría a un hombre de haberle provocado el mismo daño. En conclusión: sale más caro dejar fea a una mujer que matarla".

Luis Miquel Hurtado

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