Francisco hizo estas manifestaciones en el discurso que dirigió a los obispos brasileños, ante los que dijo que la Iglesia no puede alejarse de la sencillez y la simplicidady no debe ceder al miedo, el desencanto, el desánimo, a las lamentaciones.
"Hace falta una Iglesia que no tenga miedo a entrar en su noche. Necesitamos una Iglesia capaz de encontrarse en su camino, una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que, huyendo de ella, vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo considerado ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido", afirmó.