"A mí el mundo se me vino encima, no lo podía creer, porque mi papá nunca en su vida ha trabajado en ese tipo de negocios", aseguró Pérez, quien describió a su padre como un humilde agricultor del departamento de Quindío que pasaba por una mala situación.
El caso está lejos de ser único, pues en China actualmente guardan prisión al menos 95 colombianos, el 81% de ellos acusados de tráfico de estupefacientes.
Y el número de los condenados a muerte podría cambiar en los próximos días. Se espera que en la provincia de Guangzhou se les dicte sentencia a nueve de ellos –seis por narcotráfico y tres por explotación sexual– y, en la misma audiencia, también se decidirá sobre el posible perdón de uno de los colombianos ya condenados a la pena capital.
"Le hemos reiterado al gobierno chino la solicitud de que se piense, se vuelvan a estudiar los casos, porque en Colombia no existe la pena de muerte", explicó la semana pasada la ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín.
"Pero pues eso es la ley de China, y en el momento que llegan a allá con droga quedan acogidos por la ley china", admitió la canciller, quien llamó a sus compatriotas a pensarla mejor antes de "irse con droga a cualquier país, pero especialmente a un país al que se sabe que hay pena de muerte".
Condenas ejemplares
Para desespero de los familiares de los colombianos capturados intentando ingresar drogas a China, el sistema judicial de ese país es duro con los narcotraficantes.
Según la legislación local, cualquier persona encontrada con más de 50 gramos de drogas ilegales puede ser condenada a muerte y a las autoridades pocas veces les tiembla la mano a la hora de poner el ejemplo.
En diciembre de 2011, por ejemplo, una sudafricana de 38 años fue ejecutada por haber intentado introducir al país tres kilogramos de metanfetaminas y a pesar de los pedidos de clemencia del presidente Jacob Zuma.
Y todos los esfuerzos del gobierno de Filipinas no lograron evitar la ejecución, el 7 de junio pasado, de una ciudadana de ese país que había sido capturada mientras transportaba más de 6,000 kilos de heroína.
La conmutación de pena capital por cadena perpetua, sin embargo, ya ha beneficiado en el pasado a algunas "narcomulas" colombianas.
Y un ejemplo es el de Guillermo Álvarez, un manizaleño de 50 años que en noviembre va a cumplir tres años de haber sido capturado en Pekín con cinco kilos de cocaína.
"Nosotros nos enteramos que le iban a conmutar la pena de muerte por cadena perpetua en junio de este año", le dijo a BBC Mundo su hermana, Mónica Álvarez.
"Estamos muy contentos porque uno siempre piensa la mejor, que las cosas van a cambiar y después de que a ellos le respeten la vida pueden ocurrir muchas cosas beneficiosas", aseguró.
Y Diana Pérez espera que algo similar también ocurra con su padre, un agricultor del Quindío atrapado con "apenas" 1.300 gramos del polvo blanco.
"Él fue condenado a muerte pero la sentencia está suspendida por dos años", le dijo a BBC Mundo.
"Son dos años en los que se estudia el caso y si al final dicen: 'El señor Luis tuvo buen comportamiento' lo que hacen es que conmutan la pena a cadena perpetua", explicó.
El sueño de la repatriación
El gran sueño de Pérez, sin embargo, y el objetivo detrás de la asociación Familias Colombianas Unidas –que ella coordina– es presionar por un tratado de repatriación que les permita a sus seres queridos cumplir sus sentencias más cerca de casa.
El grupo, fundado hace cinco meses ya cuenta con unos 340 miembros que, según Pérez, representan a unos 100 detenidos en el país asiático.
"Y es importante que el gobierno actúe rápido, porque ya son muchos (los colombianos presos en China) y la mayoría no son criminales, son personas que ante una situación económica muy difícil tomaron una decisión errada", aseguró.
El argumento es, de hecho, una constante en las historias de los familiares de los colombianos capturados.
"A veces lo empuja a uno la situación, la situación estaba muy dura", dijo por ejemplo Luz Farid Celis, refiriéndose al caso de su esposo, un taxista de Cali que fue capturado en Pekín con casi tres kilos de cocaína en marzo de 2010.
"Aunque luego uno piensa con cabeza fría y se da cuenta que son malas decisiones que uno toma apresuradamente", reconoció.
Celis le dijo a BBC Mundo que pasó un año y dos meses sin poder hablar con su marido, Harold Castillo, pero que ahora hablan todos los meses, aunque nada más cinco minutos.
"La primer llamada fue mucha alegría volverlo a escuchar después de un año y él hablaba con mucho positivismo, mucha fe en Dios, que pronto iba a salir de allá", dijo.
"Pero ahora la situación de él es muy triste, porque con suerte va a pasar de pena de muerte a cadena perpetua. Y nos ha dicho que la comida es muy maluquita, que él casi no come", agregó.
Pérez, por su parte, aún no logra hablar con su padre, pero recibe información de su estado a través del consulado.
"Sé que de estado anímico está súper bajo, pues para él ha sido muy horrible esta situación. Está en una celda con ocho personas y no ponen a personas que hablen español, así que lleva seis meses sin hablar español", le dijo a BBC Mundo.
"E igual yo me imagino que a uno no le cuentan todo porque el sufrimiento es mucho", agregó.
Pérez se dijo preocupada porque el flujo de colombianos que aceptan llevar droga a China no da señales de detenerse.
"La gente se sigue yendo, pues la situación económica es muy dura y la gente como que no entiende que allá (en China) las leyes (contra el narcotráfico) son bien extremas", le dijo a BBC Mundo.
"Dicen: 'Esto puede ser una salida', pero mentira, viene siendo lo peor que les puede pasar a ellos y a las familias que se quedan", concluyó.
BBC