El Papa denuncia que «a las guerra hechas de choques armados se añaden guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el terreno económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, familias y empresas».
La globalización es un dato de hecho, tanto en los terrenos buenos como en los malos, y el Papa lamenta la difusión capilar de las organizaciones criminales, que van «desde grupos pequeños a otros organizados a escala global».
Junto con desastres como el narcotráfico, el Papa menciona «el tráfico ilícito de dinero y la especulación financiera, que con frecuencia asume rasgos predatorios y nocivos para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza millones de hombres y mujeres».
A estas alturas ya no cabe hacerse los ingenuos o mirar hacia otro lado, sino que es necesario abordar los problemas. Según el Papa, «la sucesión de crisis económicas debe llevarnos a repensar los modelos económicos y estilos de vida».
Si bien la crisis actual tiene «efectos desastrosos para la vida de las personas», al mismo tiempo, «puede ser una ocasión para recuperar las virtudes de la prudencia, la templanza, la justicia y la fortaleza, que pueden ayudarnos a superar momentos difíciles y a redescubrir vínculos fraternos».
En su mensaje, el Papa subraya la urgencia de avanzar en el desarme, sobre todo nuclear y químico, pero también en la protección del medio ambiente, con sentido de responsabilidad respecto a las siguientes generaciones.