Según informa el “Financial Times”, un intermediario iraní conocido como el “señor Alí” compró sus billetes en una agencia de viajes de Pattaya, meca del turismo sexual en Tailandia.
Pero este descubrimiento, que podría apuntar a una conexión con el terrorismo islamista, da pie a otra hipótesis totalmente distinta por las circunstancias de la compra. Tal y como explicó al citado diario la “touroperadora” del establecimiento, Benjaporn Krutnait, el “señor Alí” no pidió expresamente los pasajes para el vuelo MH 370 de Malaysia Airlines entre Kuala Lumpur y Pekín. En principio, requirió el pasado día 1 unos billetes baratos con destino final a Europa para dos clientes suyos: uno que viajaba a Copenhague con un pasaporte italiano y otro a Francfort con uno austriaco. Ambos documentos habían sido sustraídos a sus titulares en Tailandia.
En trayectos distintos, la dependienta hizo una reserva con Qatar Airways y otra con Etihad. Pero ambas expiraron sin que fueran abonadas y, cuando el “señor Alí” volvió a la agencia el pasado jueves, le pidió de nuevo los pasajes más baratos para los mismos destinos. Ahí fue cuando la operadora reservó los billetes del fatídico vuelo MH 370 entre Kuala Lumpur y Pekín, donde ambos pasajeros se detendrían unas horas antes de reemprender el viaje a Ámsterdam, siguiente escala de su periplo hacia sus respectivos destinos finales.
En sus declaraciones al “Financial Times”, la agente de viajes desvinculó al intermediario Alí del terrorismo islamista porque lleva tres años comprándole billetes de avión y pidió los más baratos sin solicitar una ruta concreta. Fuentes de la Policía tailandesa confirmaron a la cadena CNN esta historia añadiendo que el comprador se hacía llamar Kazem Alí.
Tras ver las grabaciones de las cámaras de seguridad en el aeropuerto de Kuala Lumpur, las agencias de inteligencia ya han identificado a uno de los impostores que embarcó con un pasaporte robado. “Puedo confirmar que no es malayo (la etnia musulmana mayoritaria en Malasia), pero no puedo divulgar a qué país pertenece”, manifestó al diario “The Star” el inspector general de la Policía de ese país, Tan Sri Khalid Abu Bakhar, quien indicó que el hombre “tampoco es de la provincia china de Xinjiang”.
Hasta ahora, se había especulado con que la desaparición del vuelo de Malaysia Airlines podía estar relacionada con el terrorismo islamista de dicha región musulmana, sacudida por fuertes tensiones independentistas. Dicha teoría se apoya en el salvaje ataque de hace dos semanas en una estación de trenes china, donde murieron 29 personas a manos de una decena de hombres armados con cuchillos, presuntos terroristas uigures de Xinjiang. Pescando en río revuelto, un grupo hasta ahora desconocido, las Brigadas de los Mártires de China, se atribuyó ayer la desaparición del aparato, según informó el periódico tailandés “The Nation”. Pero su reivindicación resulta muy dudosa porque no ofreció ningún detalle del supuesto atentado.
Por su parte, el jefe de la Aviación Civil de Malasia, Azharuddin Abdul Rahman, explicó a Sky News que los dos pasajeros con pasaportes robados “no tenían aspecto asiático” y que, de hecho, uno era negro. Frente a la hipótesis del terrorismo islamista, apuntó que ambos podían pertenecer a una red de inmigración ilegal camino de Europa, su destino final tras la escala en Pekín. Una ruta cada vez más transitada por estas mafias desde que, hace un año, China eximió de visado a los pasaportes de la Unión Europea para tránsitos de 72 horas.
¿Terrorismo o inmigración?
¿Terrorismo islámico o inmigración clandestina? Mientras los investigadores intentan aclarar estas preguntas, prosigue la búsqueda del avión desaparecido en aguas al sur de Vietnam e incluso en el Estrecho de Malaca, justo en el extremo opuesto de la Península Malaya. Docenas de aviones y barcos de una flotilla internacional rastrean la zona, pero ninguno de los objetos hallados pertenece al vuelo MH 370. El último, que parecía ser un bote o un chaleco salvavidas, resultó ser un cable cubierto de musgo. Es, sin duda, el mayor enigma de la historia de la aviación, ya que las autoridades tampoco descartan que el aparato se desintegrara en pleno vuelo por un fallo mecánico.
Al margen de todas estas elucubraciones, la desaparición del avión malasio ha puesto en entredicho la seguridad aérea mundial, que parecía blindada por los estrictos controles impuestos tras el 11-S. El motivo es que los dos pasaportes robados figuraban en una base de datos de documentos robados de Interpol, pero ni la compañía aérea ni los agentes de aduanas los cotejaron antes de permitir a los dos impostores subir al avión. Lo peor de todo es que no se trata de un episodio aislado.
Así lo ha denunciado Interpol al desvelar, en un comunicado oficial, que “pocos países miembros consultan sistemáticamente nuestra base de datos para determinar si un pasajero con un documento de viaje robado o perdido puede abordar un avión”. Aunque no se puede determinar aún la relación entre los dos pasajeros con pasaportes robados y la desaparición del avión, tan garrafal fallo de seguridad ha sido muy criticado, además de por Interpol, por el Gobierno de China, de donde procedían 153 de los 239 ocupantes del aparato.
“Este incidente ocurrió hace más de dos días y esperamos que los malasios puedan comprender la urgencia de China, sobre todo de las familias, para que aceleren el ritmo de la investigación y aumenten los esfuerzos en la búsqueda”, instó ayer el portavoz de Exteriores, Qin Gang. Para ayudar en las pesquisas, el Ministerio de Seguridad chino ha enviado un equipo de investigadores a Malasia.