Esta tasa de 16 euros diarios se introduce con la idea de que la mejor cura contra la reincidencia es que a los reclusos les salga caro delinquir. El que la hace, la paga.
El proyecto, fruto de los acuerdos de la coalición de liberales de derecha y socialdemócratas que gobierna el país, bajo dos consignas: que el delincuente asuma el coste de sus actos y ahorre hasta 65 millones de euros en gastos penitenciarios.
«Se trata de que el preso entienda que forma parte de la sociedad, y si comete un delito, tiene la obligación de contribuir», señaló Johan van Opstel, portavoz de Justicia.
En otros países como Alemania existen medidas parecidas. La Prison Act obliga a los presos a pagar por determinados conceptos, como la comida y el hospedaje. Los supuestos varían en los distintos Estados: en algunos se les obliga a pagar por la asistencia sanitaria y el consumo eléctrico, en otros se les permite llevar su propia ropa a cambio de satisfacer el coste de su limpieza. La diferencia reside en que la columna vertebral del sistema penitenciario alemán es el trabajo. La clave para la reinserción en las prisiones alemanas es tener un empleo. A los reclusos se les asignan tareas y perciben un salario de unos 11 euros diarios aproximadamente con el que cubren su estancia en prisión.
En España, donde existe un problema de superpoblación carcelaria, estas medidas comienzan a calar entre algunos sectores. En 2013, el número de reclusos a nivel nacional ascendía a 68.857 presos, un 11,4% menos que en 2009, pero aún así una de las más numerosas de Europa, solo superada por el Reino Unido, Irlanda, Francia y Portugal.
En este sentido una de las últimas sentencias del Tribunal Constitucional consideró legal que las diferentes Administraciones descuenten el precio de las comidas de los reclusos si estos cobran pensiones no contributivas. La idea es que estas personas estarían recibiendo dos ayudas públicas distintas para el mismo fin: alimentarse.
En noviembre del año pasado un preso andaluz denunció a la Justicia española ante las Naciones Unidas por considerar que esta medida iba en contra de los derechos humanos, por «obligar al pago de una necesidad básica, como es la alimentación, durante la privación de libertad».
El jacuzzi nórdico
En las antípodas de la política penitenciaria se encuentra Noruega. En las cárceles de alta seguridad de este país nórdico violadores, asesinos y traficantes de droga conviven en lo que parece un «bungalow» de lujo para las perfectas vacaciones. Los presos comparten televisión de pantalla plana, vídeoconsola, DVD, gimnasio y hasta un «office». En el mejor de los casos incluso pueden darse un baño en un jacuzzi de lujo, relajarse nadando en la playa o ensayar con la banda de la prisión.
Anders Breivik, el «asesino de Oslo», que mató a 77 jóvenes del Partido Socialista noruego en 2011, reside en la actualidad en una cárcel de este tipo.
Estas instalaciones que suponen una inversión faraónica, inconcebible para economías como la española, pero que llevan a Noruega a gozar de una de las tasas de reinserción más altas de toda Europa. Si en España el índice de reincidencia penitenciaria ronda el 15%, en nuestro país se sitúa año tras año cerca del 50%. Su filosofía puede resumirse en una frase: «Si les tratas como hombres, se comportarán como hombres».