El caso de la doctora sudanesa Mariam Yehya Ibrahim, que acaba de tener un final feliz gracias a la presión internacional sobre elgobierno de Jartum, ha vuelto a poner de relieve la implacable discriminación que viven los cristianos y las mujeres en gran parte del mundo del islam. Mariam, su marido -un sudanés cristiano con pasaporte norteamericano- y sus dos hijos han recibido finalmenteasilo en Italia, después de varios meses de persecución y suspense que tuvieron gran eco internacional.
La joven doctora fue condenada el pasado mes de mayo a muerte en la horca por “apostasía”, por declararse cristiana pese a ser hija de padre musulmán; y a una pena previa de latigazos por “adúltera”, por casarse con un no musulmán. Durante el tira y afloja del gobierno de Jartum con Washington y con las capitales europeas, Mariam pasó dos veces por la cárcel, donde dio a luz a su segundo bebé amarrada a los grilletes.
El caso sudanés ha reavivado la polémica de discriminaciones específicamente dirigidas contra la mujer en buena parte de los países de mayoría musulmana, donde se aplica una visión fundamentalista del islam. Mariam reafirmó ante la Justicia sudanesa que ella siempre fue cristiana: su madre era cristiana y su padre, musulmán, les abandonó cuando ella tenía meses. Pero Jartum insistió en su argumento: el hijo de un varón musulmán es mahometano de por vida. El cambio de religión, en la interpretación radical del Corán, está castigado con la muerte. Si es niña, además, solo puede casarse con un musulmán.
¿Por qué esta discriminación tan estricta en el matrimonio? Para la visión integrista del islam es una cuestión de supervivencia. Es el padre quien transmite, tanto por la mentalidad patriarcal de los orientales como por la lectura literal del Corán, la religión de sus hijos. Nunca la madre. El musulmán puede casarse con una cristiana si lo desea porque sus hijos serán siempre musulmanes. Y a todos los efectos, incluso aunque se bauticen. Si una musulmana se casa en cambio con un cristiano, su descendencia pasa a ser inexistente para el registro social del islam. Por eso es demonizada y condenada con la muerte. En la visión reducida del integrista musulmán, volcada a la expansión numérica de su comunidad de creyentes, no hay lugar ni para el amor ni para las excepciones.
ABC