En la esfera del arte, igual que en el campo de batalla, el liberal inglés ha acabado derrotando al nazi alemán. El joven Hitler fue rechazado dos veces por la Academia de Arte de Viena. Hay quien sostiene que en aquel lance comenzaron a anidar en su alma el rencor y el odio.
Churchill (1874-1965) se acercó tardíamente a la pintura, cuando ya tenía 40 años. La paleta le sirvió de consuelo en uno de los sonoros reveses que jalonan su triunfal biografía. En 1915 se vio obligado a renunciar al cargo de primer lord del Almirantazgo tras la dramática derrota de Dardanelos. «La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra solo se muere una vez», solía mascullar. Deprimido, ocioso, comenzó a trastear con las acuarelas de sus hijos y luego probó con el óleo. Fue un artista autodidacta. Era habitual verlo con su sombrero colonial y una bata blanca pintando -puro en boca y coñac cerca- en su querido Marrakech, en la Costa Azul y, sobre todo, en la mansión familiar de Chartwell, en Kent. Allí cavó personalmente una poza para sus peces de colores y luego la pintó, obra por la que hoy Sotheby’s pide casi un millón de euros. Mejor paisajista que retratista, deudor en su estilo colorista del expresionismo francés -a Hitler le iba más el clasicismo heroico-, el viejo león dejó más de 500 cuadros.
En los años veinte, para probarse, envió cinco obras a una muestra en París, bajo el seudónimo de Charles Morin. Se vendieron cuatro. Picasso llegó a decir de él que «podría haberse ganado la vida como artista». Póstumamente, sin duda: en el 2007 se vendió por un millón y medio de dólares un lienzo de Chartwell.
El pasado junio, a los 91 años, falleció la hija más joven de Churchill, la baronesa Mary Soames. Los nietos del estadista han recibido opíparo legado, pero el fisco británico aprieta. Así que han propuesto donar 38 cuadros de Churchill al Estado a cambio de que los exima del impuesto de sucesiones. La respuesta gubernamental llegará a final de año. Chartwell, hoy tutelada por la Administración, acoge 36 de las pinturas. Paralelamente, para hacer caja, los descendientes celebrarán el 17 de diciembre en Sotheby’s una subasta de otras quince obras del político.
Pintor, orador superdotado, Nobel de Literatura, historiador, diputado con 26 años, soldado, periodista en la guerra de los Bóers, jugador de polo, dipsómano y humorista de lúcida retranca, Churchill era un universo. Hasta encontró tiempo para aplacar a cierto pintor austríaco resentido. Pero esa es otra historia.