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Viernes, 10 Agosto 2018 05:36

La delincuencia en Puerto Vallarta, de balaceras en 2008 a los robos y extorsiones en 2018

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El semáforo delictivo en Puerto Vallarta marcó rojo en junio pasado en cinco de los once conteos: violencia familiar, lesiones, extorsión, robo a casa y robo a negocio.

En el resto, seis otros delitos, el semáforo marca verde. Es un verde engañoso pues nadie podrá creer que acá no ocurran delitos como de narcomenudeo o secuestro.

El semáforo no incluye “desaparecidos”, un fenómeno que ocurre en Puerto Vallarta pero ocurre casi siempre a espaldas de la percepción ciudadana y es una cifra menor la que se incluye en los conteos oficiales.

Este fin de semana nos llamó la atención observar a media calle de una colonia de Ixtapa una manta de vinilo con la leyenda ¡ADVERTENCIA! Por el contenido es un aviso a vulgares ladronzuelos de barrio que seguro tienen asolado a esa parte de la colonia Idipe.

“Los vecinos de esta calle estamos organizados y monitoreando las 24 horas. Por lo que toda persona que sea sorprendida en actos ilícitos será denunciada y consignada ante la autoridad correspondiente. Calle Doctor ATL Col. Idipe Ixtapa Jalisco”, es la advertencia.

La manta se halla entre las calles Diego Rivera y José Clemente Orozco, a cuadra  y media de la avenida Independencia, el ingreso principal a Ixtapa. Es un barrio usualmente tranquilo pero en ciertas temporadas del año se dispara el robo a viviendas. Son ladrones de barrio, drogadictos conocidos que ocasionalmente asaltan a descuidados peatones, siempre mujeres,  y dejan registro de robos a casas.

“Cómo le hizo para recuperar sus cosas, vecino”, preguntaba al autor en una ocasión. De la azotea, uno o varios ladrones hurtaron algo de ropa y dos bicicletas. Los rostros y apodos, también sus domicilios, de los malvivientes, los sabíamos. Bastó con una visita, nada amigable claro está, y al siguiente día se pudo recuperar lo robado. No fue necesario pedir ayuda a la autoridad. Solo algo de rudeza. Los chiquillos van y vienen a la cárcel. Los arrestan con uno, dos o más dedos acusadores pero al día siguiente ya están de regreso. Sus padres no se preocupan por ellos. Cohabitan con la droga, han probado la venta, pero su verdugo es el consumo. Idipe y en sus tres secciones, incluyendo Maestros, es un fraccionamiento con índices delictivos inferiores a otras colonias de la ya populosa demarcación de Ixtapa.

Después de los municipios de la zona conurbada de Guadalajara, Puerto Vallarta registra cifras preocupantes en materia de seguridad. Cuando en agosto de hace dos años se registró el secuestro o levantamiento de los hijos de Joaquín “el chapo” Guzmán en el restaurante La Leche, el Sistema de  Monitoreo de Indicadores de Desarrollo del estado (MIDE) informó que en nuestro destino hubo entre 2014 y 2015 un aumento den el robo de camiones de cargo y un 73% en las extorsiones. En general, la criminalidad es alta, se advirtió.

Lejos quedaron aquellos años, los de principios de la década de los 90 por ejemplo, que al reportero de nota roja le resultaba hasta aburrido el día luego de acudir a la agencia del Ministerio Público auxiliar adscrita a la Cruz Roja hallando una, si acaso dos, o ninguna acta de denuncia iniciada con algún tinte de sangre o violencia. No era fácil reportear y cumplir la cuota diaria. De vez en ves ocurría alguna desgracia vial o en la carretera a Ixtapa algún vehículo arrollaba a un semoviente. Un suceso de los llamados de alto impacto ocurría muy de vez en vez, cada dos o tres años.

Puerto Vallarta adquirió notoriedad en los últimos años precisamente por actos, secuestros o levantamientos, homicidios o aprehensiones de “famosos” personajes. En esta zona “desaparecieron” tres agentes federales cuyos cuerpos fueron tirados en una calle de Xalisco, Nayarit en enero pasado. Ya citamos que hace dos años, aquí fueron levantados una media docena de individuos, entre los que supuestamente iban dos hijos de “el chapo” Guzmán.

En los barrios la preocupación son ladronzuelos de poca monta, que seguramente son animados por la saciedad de hacerse de alguna dosis de su madre adicción. Eso es la delincuencia del más bajo nivel pero que por cometer delitos patrimonialistas, por despojar de bienes apreciados en cada casa, causan un profundo malestar a las víctimas.

En algún momento, y no fue perceptible para la mayoría, Puerto Vallarta se nos fue de las manos. Era relativamente fácil recuperar un peso que un “bajador” de barrio arrebataba a un chamaco con la feria al salir de la tienda. Por un tiempo abundaron en Los Tamarindos, allá también en Ixtapa, vivales que hasta se daban tiempo para cobrar “cuota” o “piso” a determinados negocios. Fue años después cuando se establecieron cobradores profesionales, sujetos de la llamada delincuencia organizada. En estos tiempos, resultó que los malos en realidad no eran tan malos.

En las últimas mediciones de percepción de seguridad dadas a conocer por el INEGI se destaca que los vallartenses se sienten seguros de vivir en este edén. Y es que no es mentira que aquí no se vive con el temor cotidiano de ser alcanzado por alguna bala al salir a la calle. No hay miedo al salir a la calle, al antro, al restaurante, al trabajo. Ya casi nadie se acuerda de aquella sicosis provocadas por las balaceras de mayo a octubre del 2008. Aquella vez si hubo miedo de salir a divertirse de noche.

Las estadísticas en materia de homicidios no es nada alarmante. La tasa de homicidios ronda entre los diez y quince muertes por cada 100 mil habitantes. La suma supera en muy poco la media nacional pero no asombra a nadie porque se trata de crímenes que raramente se cometen a la vista de los vecinos.

En Puerto Vallarta se cometen muchos delitos de fraude pero por ser delito de impacto menor tampoco afecta los ánimos de la ciudadanía. Se dispararon los delitos con violencia en todos los ramos. El destino también cobra fama de ser uno de los mayores corredores de la prostitución y en consecuencia, de trata de personas. La desaparición de damas mujeres nos colocó en el semáforo rojo en esta tipo de delitos. No hace ni un mes que se desató el escándalo nacional luego de que en una lujosa residencia, a una cuadra del centro comercial Plaza Caracol, fuerzas federales rescataron a un grupo de jovencitas. En cuestiones de pederastia, Puerto Vallarta también tiene fama internacional. Eso se lo debemos al infame Thomas White, alias “El gringo Tom”. Con cierta frecuencia se sabe de acciones de la justicia que atrapan a degenerados extranjeros con pendientes de este tipo. Nada más hace una semana atraparon a un gabacho oculto en San Juan de Abajo.

Al lado de las extorsiones, otros delitos de tipo patrimonial, como el fraude, robos a casa habitación, robos a negocios, se han disparado. Suelen cometerse con violencia y cuando esto ocurre, sumado el dolor físico al dolor de perder un bien preciado en casa, nos es hasta comprensible y razonable que el vecino estalle. No es fácil contener la ira después de perder un patrimonio familiar logrado en años de esfuerzo, y sobre todo, decepcionado por el nulo apoyo de la autoridad.

La policía municipal es la primera autoridad al alcance del vecino. A ellos acude la víctima de un delito. Así, está la policía estatal, policía federal, las fuerzas militares, marinos y soldados. De la colina, nos encaminamos a tratar de hallar al poli haciendo rondín en la siguiente calle al con suerte lo veremos tomando sombra en el árbol de la esquina. Raro será saber que alguien llame a la zona naval, a la zona militar, a la Fiscalía o a la PGR y pedir auxilio y atrapen al ladrón. Indigna a quien es víctima del asalto o robo en casa llamar al policía y a veces verlo cruzar vista y sonrisas.

La advertencia de los vecinos de la calle Dr Atl es una amenaza para ladrones ratas de barriada. Pero es un llamado de atención para las autoridades, para policías y sus jefes, funcionarios. Del mensaje nadie se salva. El presidente municipal es el comandante superior de la cuicada.

Así como accionan con el cero tolerancia contra los bebedores en la zona turística y también en las colonias populares, es tiempo de aplicar medidas preventivas contra los asaltantes de barrio.

Gerardo Sandoval Ortiz, Vallarta Uno

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