Los empleados pertenecían a la empresa Bioparques de Occidente S.A de CV, quienes trabajaban y vivían en unas aldeas localizadas en el kilómetro 19 de la carretera San Gabriel-Tolimán, al sur del Estado.
Con la promesa de tener un mejor empleo, de contar con una vivienda digna y una guardería para sus hijos por lo menos dos centenares de personas originarias de los estados de Veracruz, Hidalgo y San Luis Potosí acudieron hasta tierras jaliscienses en busca del progreso.
La promesa es que ganarían de 100 a 150 pesos diarios, trabajando en la siembra y recolección de jitomate, que sus familias tengan un sitio más digno y hasta guardería fue como varios trabajadores decidieron emprender el viaje.
Pero al llegar a laborar a esta empresa se encontraron con todo lo contrario porque al iniciar labores desde las cinco de la mañana a las siete de la noche de lunes a sábado, los encargados les dijeron que les pagarían los 100 pesos diarios siempre y cuando llenaran 40 cajas de madera del tomate, pero al no completar la tarea sólo les pagaban 20 ó 30 pesos diarios.
Esto día a día se volvió una situación de esclavitud, porque los empleados no recibían dinero sino vales, que les servirían para cobrar al final de su contrato pero en cada ciudad donde fueron contratados, la comida que les proporcionaban es pésima, ya que sólo les daban unas sopas con un pan, que les generaba enfermedades gastrointestinales, además de ser poco nutritivas, además que cada vez que tenían que acudir con el médico la consulta y la medicina se las rebajaba de su salario que apenas alcanzaba los 650 pesos semanales. “Me invitaron de Tizayuca, San Luis Potosí, en la región de la Huasteca para venirme a pasar una temporada de 90 días, ese era el contrato, pero cuando llegamos nos dieron un cuarto de apenas 16 metros cuadrados donde tenemos que compartirlo con tres familias más, pero eso cuenta su esposa y hasta tres hijos, dormimos en el suelo, sólo nos dieron una colchoneta para dormirnos en el cemento, además que sufrimos de los piquetes de las chinches que hay en el campo”.
El afectado explicó que “en la empresa hay una tienda de abarrotes donde sólo se pueden comprar los productos pero como no tenemos dinero ellos nos apuntaban en unas listas lo que estábamos consumiendo dándonos crédito para obtener los productos pero el costo era tres veces que lo que vale en cualquier tienda”.
En el lugar hay varios dormitorios donde viven hasta 30 familias, en 10 departamentos donde hay una cocineta, una estufa conectada a un tanque de gas, pero la comida es escasa, los baños son compartidos, había sólo seis letrinas para una población de 200 personas.
“Yo intenté en regresarme a mi tierra pero sin ni un solo peso no puedo irme lejos, además que me traje a mi mujer y mis dos hijas, hubo una ocasión que traté de escapar pero los capataces de aquí me agarraron y me regresaron a golpes, tuve que aguantarme”.
Mientras que el Fiscal Regional del Estado, Salvador González de los Santos, dijo que recibió una denuncia de uno de los mismos trabajadores que logró salirse de ese lugar y al escuchar las situaciones tan infrahumanas “nos encargamos de revisar el sitio encontrándonos una situación lamentable en la que se violaban todas sus garantías, individuales y humanas”.
El agente del Ministerio Público constató la situación en que eran tratados y dio parte a la Secretaría del Trabajo Federal y del Estado para que iniciara un procedimiento contra esta empresa, además que el DIF Jalisco va a facilitar el traslado con camiones de pasajeros para poder llevar a las familias a sus lugares de origen para que pueden regresar con sus seres queridos, “además que vamos a obligar a los propietarios de esta empresa que les liquiden los adeudos para que puedan regresar con algo de dinero”.
Médicos de la Secretaría de Salud harán una valorización de las personas y en caso de presentar alguna enfermedad, se les dará el tratamiento gratuito, señaló González de los Santos.
PARA SABER
Personal de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos se encargó de levantar una investigación de oficio donde constataron las condiciones en las que vivían las personas en Tolimán.
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Trabajar 12 horas, comer poco y habitar una pocilga: la vida en Bioparques de Occidente
“No teníamos día de descanso porque si no trabajabas un día, no comías”: jornalero
“Si querías comprar algo, tenían una tienda; el refresco costaba 12 pesos, el litro de leche, 20”. Foto: Arturo Campos Cedillo
Raúl Torres.- Para desayunar había que levantarse a las 3 de la mañana, a esa hora abrían el comedor; a veces ya no alcanzabas comida… a veces el sueño es más duro que el hambre.
–¿Y qué comían?
–Sopa, pura sopa tres veces al día… algunas veces le echaban huevos o frijoles. Una sopa que nos hacía daño al estómago de tantas moscas que tenía –en ese momento el hombre se echa un bulto a la espalda y comienza a caminar hacia el autobús que lo llevará de regreso a Ciudad Valles, en San Luis Potosí.
Durante 40 días trabajó sin contrato en el invernadero de tomate de la empresa Bioparques de Occidente, en el municipio de San Gabriel, y al igual que el resto de los hombres y mujeres que están a punto de abordar el autobús, mientras estuvo ahí no recibió completo su sueldo, no tuvo un lugar digno donde vivir, mal comió, fue maltratado y no logró ahorrar un centavo.
–No teníamos día de descanso porque si no trabajabas un día no comías, y como no podíamos salir, cuando juntabas un dinerito para mandarle a la familia los capataces se ofrecían a llevarlo al correo y hacer el giro, pero muchas veces no nos entregaban la clave del giro postal y era dinero que no llegaba –la fila se ha detenido y una funcionaria del DIF Jalisco les pide que esperen un momento, que está llegando la esposa del gobernador y quiere platicar con ellos antes de que se vayan.
–Mire lo que a mí me hizo el ácido –señala otro joven que rompe la fila para extender las manos agrietadas y con costras– nos hacían trabajar sin protección de nada, estaba lleno de alacranes y chinches y no había ni un médico para atendernos.
–¿Y si alguien se enfermaba?
–Te dejaban a tu suerte. Un compañero que tuve en el cuarto se enfermó mucho y cuando vieron que no podía ni trabajar lo subieron en una camioneta y lo fueron a dejar enfrente de una clínica de la Cruz Rojo quién sabe dónde; él tuvo que entrar solo y luego regresarse cuando lo dieron de alta porque acá tenía a la familia.
Todos fueron “enganchados” en sus lugares de origen (Veracruz, San Luis Potosí o Hidalgo) por personas que les prometieron un salario diario mayor a 100 pesos, escuela para sus hijos, un lugar dónde vivir y comida; el “contrato” sería por 90 días y para probar que les cumplirían lo prometido, antes de partir a Jalisco les daban por adelantado 600 pesos para que le dejaran a la familia.
Luego luego llegando te dabas cuenta del desorden, de que no había higiene, dormíamos hasta 8 o 9 en cuartos de 4 por 4 y todos nuestros papeles se los quedaron ellos, ya se perdieron, porque nos pidieron acta de nacimiento y el IFE. Ellos sí hicieron dinero con nosotros. Si querías comprar algo tenían una tienda, y como no había nada cerca tenías que comprar ahí a lo que te lo dieran: el refresco costaba a 12 pesos, la leche a 20 pesos el litro, la lata de sardinas a 30 pesos y el bote de Nescafé a 60. Los niños de plano no tomaban leche, a pura agüita los traían… –señala el hombre que ha dejado el bulto en el suelo mientras observa a la esposa del gobernador, que se detiene a hablar con algunas mujeres.
–¿Tampoco había escuela para los niños?
–¡Hasta cree! Las mujeres se organizaban para ver quién cuidaba a los chamacos. Eso no es escuela. Uno sabe que esto no está bien, pero sin dinero para moverte nomás te quedaba esperar a que se acabaran los 90 días y te regresaran a tu casa.
-Socialmente responsable
Bioparques de Occidente se estableció en 2002 en el municipio de San Gabriel y es considerada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como un “caso de éxito” del Fondo de Capitalización e Inversión del Sector Rural (Focir), que participó con esta empresa “con capital de riesgo”.
En 2010, durante un evento de reforestación en los terrenos de la empresa, el gerente general de Bioparques de Occidente, Leopoldo Ariel López Castelo, definía a la empresa como “socialmente responsable” y preocupada por temas medioambientales; además, durante el evento se afirmó que la empresa se distingue “por la calidad en la atención que brinda al personal que llega de otros estados del país en busca de una oportunidad de trabajo” (http://tinyurl.com/mb6hu46).
–¿Cree que la empresa es responsable de lo que les pasó ahí?
–Pues yo no sé si la empresa sabía, porque a nosotros nos pagaba un contratista, Plácido García, se llama, y creo que anda prófugo. A los que sí agarraron fue a los tres capataces. Dicen que a él la empresa le daba 250 mil pesos para la comida de todos y darnos algunos préstamos, pero por lo que nos daba de comer, yo creo que no se gastaba ni 50 mil pesos a la semana. Una vez mataron un puerco delante de todos y creímos que entonces sí comeríamos carne, pero nada, sólo era para los encargados –señala uno de los pocos que no abordará el camión porque se ofreció a quedarse para dar su declaración ante la Fiscalía General del Estado.
Mientras dice eso, el último en la fila de los que se van saca de su bolsa un puño de papeles pequeños, son los recibos de pago: yo creo que la empresa sí es responsable, aquí dice su nombre… ni un solo día me llegó completo. A veces prefería no tomar la hora para comer y trabajaba hasta 12 horas para terminar las tareas y ni así me llegaba el día completo, porque dizque no había acabado.
Durante el cateo que realizó la Fiscalía General al lugar donde se alojaban los trabajadores se encontró que una persona poseía un kilo de mariguana para venderla a los jornaleros y se logró la captura de un ex policía de San Gabriel que presuntamente era quien conseguía la droga.
–¿Oiga, y los capataces cómo mantenían el orden? ¿Estaban armados? ¿Por qué no escapaban?
–Yo nunca les vi armas, pero te amenazaban con que si te ibas no te iban a pagar nada, y sin dinero no hay a dónde ir. Además también metían miedo, porque algunos contaban que a los que agarraban intentando irse los golpeaban y los obligaban a regresarse al trabajo. Ellos te decían que tenías un contrato y no te podías ir hasta que pasaran 90 días. Además no había cómo comunicarse, algunos traían celulares, pero no tenían saldo o no tenían señal… ahí de vez en cuando alguno le podía poner dinero y te dejaba llamar a la familia.
–¿Y ahora qué hará?
–No sé, allá no hay trabajo… pero para acá no vuelvo.
La Jornada Jalisco