El hallazgo fue realizado por empleados de uno de los comercios que, al entrar a satisfacer sus necesidades fisiológicas, se percataron de que por abajo de la puerta de uno de los retretes corría un hilo de sangre.
Inmediatamente después del macabro descubrimiento, y sin mayores explicaciones, personal de seguridad de la plaza entró al lugar y sacó del mismo a los infortunados empleados.
Para no comprometer la imagen del centro comercial, el hecho fue tratado con sigilo por la administración de la plaza y no trascendió en ningún medio de comunicación.