“Casi toda la gente aquí no quiere vender el petróleo”, declaró Luis Guëreñat, el cantante de Tijuana No, ante la multitud. “O tal vez sí lo quiere vender, pero de todas formas tiene el derecho a decidir”, exhortó antes de lanzar el “slam más grande del mundo”.
En ambos lados del escenario, las pantallas gigantes recordaban unos datos sobre Pemex, como “Pemex aporta el presupuesto para una de cada tres escuelas” o “40% del sueldo de los diputados viene de Pemex”. A veces transmitían imágenes de los zapatistas o de los ciberactivistas de Anonymous.
“Es mediante estos eventos que vamos a despertar las conciencias, de encontrar la unidad y el desarrollo para nuestro país”, comentó Luis Romero Ibarra, el cantante de Panteón Rococó, bajo una lluvia de aplausos.
En frente del escenario, una población heteróclita, en su mayoría joven, ocupaba cada metro cuadrado del vasto espacio, de pie o acostados en el pasto. Cabellos azules, turquesa o rojos se desprendían de la masa, así como vestidos improbables o exuberantes, durante el evento, gratis, en el que clase media y popular convivieron.
“Y luego me dijo mi mami: ¿Estás consciente que va a ir pura prole?”, se pudo escuchar entre el murmuro permanente de la masa.
Calentado por la multitud que no dejó de bailar, el ambiente era jovial, aun cuando algunos asistentes refunfuñaron al enterarse que no podrían ingresar con cervezas al evento. De hecho, los cuatro controles de policía fueron efectivos. Tal vez demasiado, si se toma en cuenta el estorbo de un joven cuando los uniformados le confiscaron su bolsita de mariguana.
“¡Viva la Revolución!, ¡Viva la juventud!, ¡Viva México, cabrones”, gritó el cantante de Tijuana No.