A partir de la realización de ese piloto automático, Jordi Muñoz pudo adaptarlo para diseñar y fabricar aeronaves no tripuladas. El Quadcopter (nombre en inglés que significa cuatro hélices o propelas) es uno de los mini helicópteros que ha desarrollado y el de mayor venta. Cuenta con sistema gps, viaja programado por coordenadas y, opcionalmente, tiene paracaídas que se activa para aterrizar cuando llega a su destino.
Las aplicaciones de este vehículo no tripulado dependen de la creatividad y necesidad del usuario. Quienes lo han adquirido reportan haberlo utilizado para la entrega de medicinas en lugares poco accesibles; vigilancia aérea en la construcción del aeropuerto de Palenque; monitoreo de zonas de alto riesgo; revisión de terrenos por parte de inmobiliarias; inspección para detectar plantíos de marihuana, o en el diseño para la construcción de otros robots.
Además, a este mini helicóptero se le puede colocar grabadoras de audio y cámaras de video con la posibilidad de ver las imágenes en tiempo real; sensores para medir niveles de contaminación; radares para escanear un área y hacer mapas topográficos; así como sensores de temperatura y radiación en caso de incendios o desastres nucleares. El objetivo de esta última aplicación es minimizar pérdidas humanas.
También están dentro de la lista de sus compradores la NASA, Walt Disney, General Atomics, Boeing y Northrop Grumman, empresas dedicadas desde al ámbito recreativo hasta la tecnología espacial y la aeronáutica civil y militar. Aunque por políticas internas estas compañías no revelan las aplicaciones que le dan a los productos, queda claro que estos vehículos no tripulados tienen una enorme gama de posibilidades para ser utilizados.
Nueva práctica de hacer negocios
Jordi Muñoz no ha registrado ninguno de sus trabajos porque considera que las patentes frenan el desarrollo de la tecnología; sin embargo, esto ha sido el éxito de su empresa. “Es un fenómeno extraño, pero funciona. Liberas algo gratuito y la sociedad te premia aportándote conocimiento”.
Este joven investigador ejerce bajo el sistema de “código abierto”, ya que todos sus trabajos de investigación están publicados en Internet para que las personas puedan tener acceso y utilizarlos, modificarlos o mejorarlos. Lo redituable es que, en agradecimiento por compartir sus investigaciones, los usuarios lo apoyan con los avances que logran. “La comunidad mundial me regala sus conocimientos, afirma Jordi Muñoz, y eso me permite ofrecer mis productos a un bajo costo. Una empresa tiene que invertir miles de dólares en un área de diseño con sueldos altos a ingenieros y trámites de patentes; me deshice de esa carga económica y la transferí en ahorro para mis productos. Por ejemplo, un mini helicóptero que tiene un costo en el mercado de cinco mil dólares, yo lo vendo en 200. De esta forma todos ganamos”.
La historia de Jordi Muñoz como empresario inicia cuando viaja de Tijuana a la Ciudad de México, donde busca ingresar al Instituto Politécnico Nacional para cursar la carrera de ingeniería en aeronáutica, esa institución era la única que impartía la especialidad.
Pero, a pesar de contar con excelentes calificaciones, es rechazado por esa casa de estudios y, al no tener con otra opción, regresa al norte del país. Posteriormente se casa con una ciudadana norteamericana y emigra a los Estados Unidos.
Durante ocho meses no pudo trabajar ni estudiar debido a que no contaba con su documento de residencia o Green Card (tarjeta verde). Jordi Muñoz aprovecha ese tiempo para desarrollar sus trabajos y, con el objetivo de compartirlos con otros aficionados, los sube a YouTube, donde Chris Anderson —director de la revista Wired— ve uno de sus videos. Impresionado Anderson con los trabajos del joven investigador decide formar, junto con Jordi Muñoz, 3Drobotics.com, empresa que ya cuenta con una filial en la ciudad de Tijuana, Baja California, México.
Por el desarrollo de su tecnología, Jordi Muñoz fue premiado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) como uno de los diez innovadores mexicanos menores de 35 años.