La agresividad se refleja en arpones o ganchos del asta de las letras. La cleptomanía, en rabitos descendentes con dos bucles. Elpesimismo, en los renglones torcidos hacia abajo. Los miedos, en los inexistentes márgenes a la izquierda. Son rasgos inconscientes en nuestra escritura que revelan nuestra personalidad. Desde hace años la grafología se empeña en descifrar sus secretos, pero también en ayudar a arreglar los problemas de las personas modificando sus trazos. Como una vía de doble sentido: escribimos en función de cómo somos, pero cambiando cómo escribimos podemos llegar a modificar nuestra personalidad.
«La gente asocia la grafoterapia a “vamos a echarte las cartas”, pero es una técnica psicológica más para el cambio y que tiene la ventaja de ayudar a focalizar» explica a ABC.es la psicóloga y grafóloga Irene López Assor con motivo de la publicación de su último libro «Grafología para la felicidad». Ha estructurado el libro en varias partes: una que ayude a identificar los rasgos de nuestra letra y su correlación con la personalidad; otra plagada de ejercicios para que el cerebro «registre» los cambios y una última con ejemplos de casos reales, identificando cada uno con los prototipos clásicos de la personalidad.
Hay que empezar por el autoconocimiento. Identificar en qué hay que trabajar. «El mayor problema a la hora de cambiar es la toma de conciencia», dice López Assor. Una persona con un miedo al futuro que le impida desarrollarse puede no ser consciente de ello. «Pero si yo te estoy diciendo que los márgenes a la izquierda, cuando están pegados al borde, son miedos, puede ser más fácil de reconocer y asumir», dice. «Y eso es un paso terapéutico». El siguiente paso radicaría en imponer al sujeto un margen ampliado, con un aire de 2,5 cm, dice la experta, además de combinarlo con otras técnicas de la Psicología, como reforzar la acción con una frase del tipo «y ahora pierdo el miedo».
Los márgenes, sobre todo el izquierdo, son una de las herramientas que más información da en grafología. No solo por la distancia, como ya se ha explicado, sino por la regularidad. Por ejemplo, cuando esirregular implica una gran emotividad; cuando va en aumento —el margen comienza siendo más pequeño y se va ampliando según avanza el escrito— implica un deseo de independencia y de hacer cosas nuevas aunque de una manera impulsiva; en cambio cuando el margen va en disminución significa que aunque al emprender una acción la persona se siente poderosa, según avanza se apoquina, se siente incapaz de terminarla. Por último, según explica el López Assor en el libro, cuando hay un gran «blanco» en este margen lo que refleja es un afán de independencia, de desvinculación con las normas impuestas, aunque la persona se encuentra aún en una búsqueda de sí mismo.
No obstante, aún no se puede reconocer la escritura de un asesino. «Puedo catalogar el grado de agresividad que tiene tanto con el ambiente como con los demás —se ve en los arpones— y si tiene poco control de sus impulsos. Pero eso no significa que vaya a ser un asesino, aunque desde luego sí tendrá muchas probabilidades de que se le escape una bofetada», cuenta la experta.
Pocos cambios
Móviles, ordenadores, tablets, notas de voz… cada vez escribimos menos a mano. ¿Puede afectar a la «lectura» de los trazos? En opinión de la experta, no. «Da igual que ahora se escriba menos, los niños siguen aprendiendo a escribir o bien con el cuadernillo Rubio o bien con otro tipo de metodología, pero con papel y lápiz, en eso no hemos cambiado». Además, pese al desuso de la escritura manual, los rasgos inconscientes están ahí, especialmente en la firma.
Solo hay una letra que sí ha variado sustancialmente en los últimos 20 años, dice. La «m». «Antes se hacían tres montes. El primero era “yo familiar”, el segundo el “yo social” y el tercero el “yo laboral”. Como ahora la gente es más individualista, se ve que la gente solo hace como un monte, que es la independencia», asegura.
Por otra parte, descuidar la escritura está muy ligado a la personalidad y a la profesión. «No es malo que la escritura esté deformada»,cuenta la experta, «de hecho lo que implica es rapidez mental».
Grafoterapia
El problema reside más bien en hasta qué punto está una persona dispuesta a cambiar, asegura López Assor. «Por ejemplo, caligraficamente es muy fácil de cambiar a los pesimistas, porque solo hay que corregir su inclinación. Pero les cuesta un triunfo». En su opinión esto se debe a que tendrían que renunciar a la atención que les otorga ser «una víctima», siempre rodeados o recibiendo cariño y apoyo.
Al final, aunque la grafoterapia no puede cambiar la personalidad únicamente por sí misma, sí puede ayudar a «volver a la base» y a construir desde ahí un nuevo camino, redefinir las conexiones neuronales. «Es como la danza contemporánea, que es todo movimiento desestructurado, pero parte de una estructura clásica», dice López Assor, «el problema es que el ser humano se desestructura tanto que cuando quiere volver a su centro, no sabe, lo ha perdido».
ABC