En las últimas horas han trascendido más detalles sobre la muerte inesperada de Matthew Perry, el mítico Chandler de 'Friends'.
El actor de 54 años fue encontrado sin vida a finales de octubre en el jacuzzi de su casa, en Los Ángeles, y su fallecimiento causó una enorme conmoción. Desde el primer momento muchos tuvieron en la cabeza la posibilidad de que las drogas hubieran estado de por medio pero fuentes cercanas a la familia llegaron a asegurar que en el lugar de los hechos no había sustancias.
Se sabía, eso sí, que el actor no estaba pasando por un buen momento. Era público que había sufrido varias adicciones de drogas y alcohol a lo largo de su vida, que incluso le habían llevado a pasar tiempo en centros de rehabilitación, y en el momento en que ocurrió su muerte estaba luchando contra una recaída.
Ahora, casi dos meses después, la oficina forense del condado de Los Ángeles ha desvelado los motivos de su muerte. Según ha trascendido, no había ni rastro de alcohol ni de metanfetamina o cocaína: tras su fallecimiento estuvo la ketamina, una sustancia que se puede usar para tratar la depresión.
En todo caso, las autoridades consideran que la muerte fue «un accidente» provocado por «los agudos efectos» de esa droga. Ketamina para la depresión Así, según se explica, la ketamina causó una sobreestimulación cardiovascular y una depresión respiratoria y esto sumado a un problema coronario y a que tomaba buprenofrina, un fármaco para tratar los problemas por consumo de opiáceos, provocaron una fatal reacción en su cuerpo.
La ketamina, en efecto, es un anestésico ampliamente recetado por sus propiedades psicodélicas que se ven como un buen tratamiento para casos graves de depresión o para frenar adicciones.
Destaca de sus características la rapidez de acción, motivo por el que en muchas ocasiones, tanto en humanos como en animales, se utiliza como un posible sedante o tranquilizante.
Históricamente se ha considerado una droga segura. A efectos prácticos, la ketamina (rebautizada como 'keta' por muchos) se puede encontrar en formato líquido, polvo, cristales, pastillas o cápsulas y también se puede mezclar con otras sustancias.
De esta manera, se puede esnifar, tragar, fumar o inyectar en sus distintas formas. Así, por ejemplo, varios estudios han analizado sus posibles beneficios: hace poco trascendió sus efectos positivos al administrarse con inyecciones a personas depresivas.
Con todo, siempre ha sido muy recordado sus peligros: desde ansiedad o paranoia a llegar a provocar paros respiratorios o cardíacos, sin olvidarnos de los riesgos de adicción o por su mezcla con alcohol u otras sustancias estimulantes.