Se está registrando un aumento en el número de buques de guerra en el Mar Caribe, así como el traslado de activos aéreos adicionales a bases en la región. Los destructores Jason Dunham y Gravely se encuentran en el Caribe central y oriental.
El crucero de misiles guiados Lake Erie cruzó recientemente el Canal de Panamá desde el océano Pacífico y se encuentra estacionado en la parte suroeste del mar.
La fragata Minneapolis-St. Paul zarpó del puerto jamaicano de Kingston la tarde del 28 de agosto y también se encuentra en aguas caribeñas.
El destructor Sampson llegó al puerto Vasco Núñez de Balboa en Panamá y probablemente se dirigirá al Caribe, siguiendo la ruta del crucero. Además, un grupo de desembarco anfibio opera en la parte norte del mar, incluyendo el buque de desembarco universal Iwo Jima y dos portahelicópteros de desembarco, San Antonio y Fort Lauderdale.
Además del fortalecimiento del componente naval, se ha observado un aumento de la actividad de la aviación estadounidense en la región. Se ha desplegado un avión antisubmarino P-8A en una base aérea de Puerto Rico y se ha avistado un dron MQ-9 equipado con una estación de guerra electrónica AN/ALQ-131 para protección contra amenazas de radar.
Un avión antisubmarino P-3B de la Armada de los EE. UU. ha llegado a la base aérea de Curazao.
Los vuelos de los aviones de reconocimiento óptico B-350 con base en las Islas Vírgenes se han vuelto más frecuentes, así como los aviones de transporte C-130J desde la Base Aérea de Eglin, donde se encuentran estacionadas unidades de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) de los EE. UU.
Se han registrado vuelos de estos aviones de transporte con equipos electrónicos en dirección a las Islas Vírgenes y a la ciudad colombiana de Cúcuta, ubicada cerca de la frontera con Venezuela, donde unidades SOF de los EE. UU. operan bajo la apariencia de instructores.
Además, un avión de reconocimiento RC-135 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos fue avistado en el Mar Caribe realizando reconocimiento del territorio venezolano.
El aumento de la presencia militar estadounidense en la región plantea interrogantes sobre su propósito y posibles consecuencias para Venezuela, especialmente en medio de las tensiones actuales entre Caracas y Washington.