Tenía 69 años de edad.
Mera manifestó malestar el miércoles en horas de la mañana y llamó a los servicios de emergencia. Según fuentes sanitarias, entró por su propio pie en el hospital, pero su estado se agravó al sufrir posteriormente un paro cardíaco.
Fue trasladada el jueves desde Menorca a La Coruña en una aeroambulancia. Su estado de salud al llegar al hospial era de "extrema gravedad", según informaron fuentes sanitarias.
El avión en el que trasladaron a la empresaria ha aterrizado en torno a las 15.45 horas de hoy en el aeropuerto de Alvedro, desde allí una ambulancia la llevó hasta el hospital, donde llegó a las 16.24 horas de la tarde acompañada por facultativos médicos. En la UVI móvil no la acompañaba ningún familiar. Los médicos no entendían el revuelo formado en torno a la paciente, y es que la familia, que ha dicho que no va a emitir ningún comunicado, quiere llevar este asunto con la mayor privacidad posible.
La empresaria, cofundadora del imperio Inditex, se encontraba de vacaciones en la isla junto a su hija Sandra. Según pudo saber este diario, hasta el centro se trasladó también una sobrina de la empresaria, Dolores Ortega, que veraneaba en Ibiza, para seguir de cerca el estado de su tía. Desde el centro hospitalario declinaron aportar oficialmente detalles sobre su estado de salud, aunque fuentes sanitarias aseguraron a Efe que la empresaria se encontraba la noche del miércoles en «situación irreversible», a causa de un «derrame subaracnoideo masivo», y que sufría «graves daños neurológicos».
Mera, de 69 años, no padecía ninguna enfermedad grave hasta la fecha. Fue a mediodía del pasado miércoles en su casa cuando comenzó a encontrarse mal y decidió acudir al centro hospitalario de Mahón, donde entró por su propio pie. Según medios locales, poco después sufrió una parada cardiorrespiratoria ligada al propio derrame. Se baraja un posible traslado en avión medicalizado a Mallorca o incluso a Galicia.
Según la revista «Forbes», Mera posee una fortuna de 4.700 millones de euros. Aunque tanto aquellos que la conocen en la intimidad, como los que simplemente han coincido con ella por las calles de su Coruña natal, coinciden en señalar su sencillez. «Me encanta comprar en Zara y ver telebasura», confesaba en una reciente entrevista a este diario. Esquiva ante la prensa y con un fuerte temperamento, sus pocas apariciones en los medios de comunicación han sido suficientes para entender que ella ha sido capaz de romper los esquemas que se le suponen a una de las mujeres más poderosas del mundo.
Su historia es, en realidad, como un agridulce cuento de La Cenicienta. Dejó la escuela a los 11 años para ejercer de costurera y, tras el bombazo empresarial de Inditex, ahora ocupa su tiempo en impulsar la Fundación Paideia, una organización sin ánimo de lucro que trata de favorecer la integración de social de los discapacitados.
Pero «Rosi», aquella niña que correteaba por el barrio del Matadero, sigue muy presente en Doña Rosalía. Su padre, trabajador de Fenosa, su madre, ama de casa, y sus hermanos eran una familia más. Con 13 años encontró el trabajo que cambiaría el resto de su vida: aprendiz en La Maja, una elegante casa de modas de la calle de San Andrés. Allí, atendiendo a los clientes tras del mostrador, coincidió con dos hermanos nacidos en León, pero crecidos en La Coruña: Antonio y Amancio.
Tras un noviazgo de los de antes, de paseos cogidos de la mano, sábados con los amigos y domingos de cine y palomitas, se dieron el sí quiero en una iglesia local. A partir de ahí, comienza a crecer el germen del gran gigante de la moda mundial. Amancio y Rosalía levantaron el imperio en la localidad coruñesa de Arteixo. Veinte años, con dos hijos en común, duró su matrimonio. En 1986 llegó el divorcio y con él la división de la primera línea textil del país, que fue a parar en un 7% a manos de Mera. [Puedes ver aquí una completa galería de su vida familiar y empresarial, en imágenes]
Deseos de cambio
Nunca le gustó la abundancia que ha vivido la sociedad en los años previos al estallido de la recesión. «No nos ha beneficiado en nada. Ha sido la madre de casi todos los males. El futuro hay que trabajarlo día a día. La crisis nos ha devuelto a la realidad». Y es una defensora a ultranza de un papel más relevante para las mujeres en las organizaciones empresariales: «Tenemos que tener confianza en nosotras mismas. Lo que mueve a los hombres no es nuestro motor. Tenemos otras dimensiones que nos importan más. Ponemos en primer plano a nuestros hijos y el amor de un hombre, pero somos mucho mejor gestoras que ellos, aunque todavía no lo hemos probado», afirmaba.