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Jueves, 28 Junio 2012 19:34

Miopía de Aristóteles Destacado

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Fuente:Proceso Jalisco, Juan M. Negrete. En el tramo final de las campañas la disputa por la gubernatura se está dando ya sólo entre Aristóteles Sandoval y Enrique Alfaro Ramírez. En su urgencia por ganarse la voluntad popular los candidatos se van de la boca, lo que desnuda sus juegos ocultos. Lo insidioso de la campaña desatada por los padillistas contra Alfaro, aprovechando el respaldo de la UdeG, es muestra palmaria de esto. Los bandos andan enconados.

Se utilizan por estos días, como recursos efectistas de descalificación, el adscribir al contrincante a algún grupo delincuencial o bien como sometido a algún poder fáctico, del cual es títere; o se le endilgan ambos defectos. Las catilinarias que se recetan uno a otro obligan a revisar sus dichos. Aunque no se lo propongan, sueltan sopa fina, que en otras circunstancias suelen guardar. Hagamos un ejercicio hermenéutico de su actuación.

En el segundo debate, realizado el domingo 10, Alfaro señaló insistente lo que calificó como guerra sucia en su contra, proveniente del cuartel priista. Sandoval reviró, calificándolo de traidor al Güero Barba y a Raúl Padilla; el lunes 11 incluso acudió al canal 4 para repetir su tesis. Y dijo más: que le tiene admiración al PRI del nacionalismo revolucionario, el de Cárdenas y el de Ruiz Cortines. Pero de sus vínculos con Carlos Salinas, implicado en su relación cercana con Peña Nieto y con Córdoba Montoya –es decir, al rampante neoliberalismo que padecemos–, guardó ominosa reserva.

Espetó luego que desde joven repudió al movimiento estudiantil del 68 (sic), aunque tal vez haya querido formular lo opuesto. Pero de lo sostenido, tal cual lo expuso, se deduce que está de acuerdo con la represión ordacista, con el halconazo de Echeverría y con la sangrienta salida que dio Peña Nieto al conflicto de Atenco. Promisorio futuro nos espera si Aristóteles se alza con la estafeta.

Su postura ante los poderes fácticos lo pinta de cuerpo entero. Según él, Alfaro fue ingrato con Padilla y con Barba. Habiéndolo apoyado éstos de buena voluntad (resic), les pagó dándoles la espalda. Su enjundia lo tiró de largo. Tildó a ambos personajes de gente que ha trabajado; su fuerza en la sociedad jalisciense les viene de esto y merecen reconocimiento.

No se le oyó el más leve asomo de crítica para este sórdido mundo de componendas y complicidades. Sus amarras le mantienen atado a semejante barca. Desea entonces ser el piloto, para conducirnos igual por tan turbulentos aluviones. No le asoma disposición alguna para enfrentar tanta irregularidad, que ya resulta insoportable. El fino olfato popular percibe en cambio atractiva la propuesta de Alfaro, de construir un gobierno formado por hombres libres de estas viejas ataduras. Ha despertado entusiasmo entre la población.

Aristóteles propone más de lo mismo. Mantendrá a flote el témpano de intereses que nos congela y no se sacudirá los poderes fácticos ni establecerá distancia con la delincuencia de cuello blanco o con la del submundo del crimen organizado. Demasiadas voces lo vinculan con personajes de los cárteles y hasta este momento no ha desmentido de manera fehaciente tales señalamientos.

Ricardo Ravelo lo involucra en muchos eventos de complejidad mafiosa y con muchos personajes de esta laya. Lo liga con Ignacio Loya Alatorre, ajusticiado en las afueras del estadio Jalisco el 21 de febrero de 2005 (Proceso 1832). La hebra llega hasta con el también extinto Ignacio Coronel. Lo señala el chofer de Loya, Sergio Ocegueda García. Ravelo lo liga también con Teresa López, involucrada con Loya y en otros crímenes sonados, como el parricidio de sus progenitores. A pesar de los escándalos tenebrosos, Aristóteles colocó a Teresa en el Instituto de las Mujeres de su ayuntamiento.

Ravelo afirma que quien acercó a Loya con Aristóteles es Alfredo Barba Mariscal, hijo de Alfredo Barba Hernández. Ahora anda de candidato a alcalde de Tlaquepaque. También aparecen como enredados en las mismas lianas Claudia Delgadillo, candidata priista a diputada, y los Duarte. Juan Duarte, ejecutado en Puerto Vallarta el 20 de septiembre de 2011, fue quien le pagó sus faraónicos eventos de cierre de campaña para alcalde y el festejo de su toma de posesión. Tales indagaciones se contienen en la averiguación previa 029/2007/H.I/A, según lo consigna dicha publicación.

No se habla de Octavio Pérez Pozos, el primero en llegar al lugar de los hechos cuando la ejecución de Loya. Era el conducto directo entre el ejecutado y Aristóteles. Servía de conducto para el fondeo de los cheques que se cruzaban entre ellos. Permanece a la sombra ahora, pero no siempre estuvo oculto. Sustituyó a Alfredo Argüelles Basave, en su tránsito de la secretaría del Congreso a su diputación. Argüelles va de nuevo por una curul federal.

Lo de la traición a Barba es historia ratonera, estilo PRI. En 2003, Alfaro contendió por Tlajomulco contra Andrés Zermeño, del PAN. Perdió por tres centenares de votos. Pero Zermeño había rifado una casa para obtener recursos, hecho tipificado como causal de anulación. Alfaro se inconformó ante el tribunal electoral local, que desechó la impugnación. Envió entonces la denuncia a la instancia electoral federal y lo hizo por mensajería comercial. Una banda de rufianes se robó el paquete en el Distrito Federal, por lo que los documentos probatorios nunca llegaron a su destino. Perdió el caso.

¿Ladrones bien informados? Alfaro no había guardado copias certificadas de la papelería y pagó su error. Pero su equivocación de origen fue no haber “pactado” con las cuotas exigidas de su ayuntamiento, en la composición de la planilla: para Alfredo Barba, la sindicatura; una plaza para cada expresidente: Antonio Sánchez Ramírez, Guillermo Sánchez y Ernesto Díaz Moreno; Ramiro Hernández, presidente estatal del partido; Jesús Lomelí, secretario, y Antonio Álvarez Esparza, de la CROC. Todos exigían su tajada. Alfaro no accedió.

Los pedigüeños le hicieron corralito y lo dejaron solo. El PRI estatal pactó con Francisco Ramírez Acuña. Andrés Zermeño ocupó la alcaldía en esa ocasión. Años después, cuando Alfaro ganó la alcaldía de Tlajomulco por el PRD, Raúl Padilla le exigió el mismo pago de piso. También se rompieron las medias. Ésas son las mentadas “traiciones” de Alfaro.

Lo del arreglo entre Ramírez Acuña y el priismo local remite a ciertas conexiones vergonzantes no del todo claras entre priistas, panistas, padillistas y oscurantistas, que son todos uno solo. Es inexplicable que el panista Ferguz hasta haya presentado en el primer debate fichas signaléticas y dado nombres de algunos personajes cuestionables ligados a Aristóteles. Después no ha vuelto a tocar el tema. ¿Le comprarían el silencio?

De esos personajes, unos cobran en la nómina del ayuntamiento tapatío; otros han estado inscritos en la de la UdeG. En la universidad y en el gobierno hay todo un universo de oscuridad manifiesta. ¿Para qué insistir en la revista de expedientes como el de Leobardo Alcalá y la desaparición de la herencia maldita, o el de Raúl Vargas y sus tantos negros negocios que arrea? ¿Será ocioso citar a José Luis Arriaga, El Gato, suegro de Aristóteles, muy cercano a Raúl Padilla, del que nadie se ha ocupado? En fin, el inventario se tornaría interminable. Habrá que pararle entonces.

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