Este acto de tortura fue cometido por un grupo de militares para obligar a José Fausto Gálvez Munguía a que confesara quién era su jefe, dónde estaba, dónde quedaba el rancho, dónde escondían la mariguana.
Pero este hombre al que detuvieron, estaba en ese lugar porque pretendía cruzar hacia Phoenix. Era sólo un migrante indocumentado.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) investigó el caso y encontró evidencias de tortura por militares y con otra novedad: el mando militar que ordenó y que participó tenía un padecimiento psiquiátrico “que influye en su grado de agresividad” y por el que era catalogado por la propia Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con “pronóstico reservado ”.
Aun así fue comisionado por sus superiores para que se encargara de patrullar la zona de Banori, Sonora.
Es el caso de más de mil militares que padecen males siquiátricos.
A partir de este caso, ocurrido el 7 de junio del 2007, la CNDH recomendó a la Sedena que tomara las medidas necesarias para mejorar los procedimientos de contratación y selección de su personal, tomando en consideración su perfil y las necesidades del puesto, así como la capacitación, el adiestramiento y la evaluación de los elementos militares de tropa y de mando a fin de determinar si son aptos para la función que se les encomienda.
El Universal hizo una solicitud de información a la Sedena para conocer cuáles son los padecimientos psiquiátricos que ha detectado entre el personal activo que ha sido canalizado al área especializada del Hospital Central Militar, cuántos elementos han sido incapacitados para su función por tener alguna enfermedad mental y qué exámenes psicométricos realizan a los candidatos a ingresar a las Fuerzas Armadas.
La respuesta revela que en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, de 2007 al 31 de noviembre de 2012, un total de mil 154 militares activos recibieron atención psiquiátrica (no existen registros de 2006). Los principales padecimientos detectados son: trastornos de la personalidad (en 25 por ciento de los casos), trastornos de adaptación (23.6 por ciento), depresión (18 por ciento), consumo perjudicial de sustancias (16.6 por ciento) y psicosis (16.6 por ciento).
Entre el personal inactivo la incidencia de estos padecimientos es menor, pues durante la administración calderonista sólo 42 militares fueron atendidos en el área de Psiquiatría del Hospital Central Militar por depresión, consumo perjudicial de sustancias, trastornos de adaptación, demencia y sicosis.
Años críticos
Según los datos proporcionados por la Sedena, 2008 y 2012 fueron los años más críticos en la atención psiquiátrica, pues a sus consultorios llegaron más de 200 soldados y mandos castrenses.
Marat Paredes, segundo visitador general de la CNDH y encargado de las investigaciones sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Ejército, considera que esta incidencia en los padecimientos psiquiátricos entre militares se puede atribuir a la nueva encomienda que desarrollan desde el sexenio pasado en las tareas de seguridad pública y en el combate al crimen organizado.
“Históricamente el Ejército tenía otras funciones como la de salvaguardar a las personas en casos de desastre, así que hacerse cargo ahora del combate a la delincuencia les ha significado nuevos retos y otro tipo de situaciones de violencia para las que no estaban acostumbrados. Seguramente hay mucho estrés y tensión entre ellos”, señala el funcionario.
Asegura que durante la administración anterior se presentaron 8 mil 175 quejas contra la Sedena por cateos ilegales, desaparición forzada de personas, detenciones arbitrarias y tortura.
Enfermedades
La Sedena informó que durante la gestión anterior 138 militares fueron colocados “en situación de retiro” por padecer alguna enfermedad o trastorno psiquiátrico.
El doctor Ignacio Jarero, de la Asociación Mexicana para Ayuda Mental en Crisis y quien ha dado atención psiquiátrica a militares en México, Estados Unidos y Centroamérica, indica que “las posibilidades de daño y estrés postraumático que pueden sufrir las fuerzas armadas van más allá del combate, pues los riesgos ocupacionales del servicio militar regularmente involucran la exposición a una plétora de estresantes crónicos, incontrolables y sin escape, como son los despliegues y los frecuentes cambios geográficos, así como una multitud de eventos traumáticos potenciales como el combate, la violencia sexual, la ayuda en desastres y accidentes de entrenamiento que pueden causar profundos efectos en la salud de los militares y sus familiares a corto y largo plazo”.
Además del estrés postraumático (un trastorno de ansiedad que se presenta a partir de un evento traumático y que desencadena otros padecimientos psiquiátricos), el doctor dice que los militares también pueden sufrir otros Síntomas Médicamente Inexplicables (SMI), que si no son tratados pueden provocar problemas de salud severos, debilitantes y algunos desenlaces fatales.
En su artículo “Espectro del daño y estrés traumático en las Fuerzas Armadas”, Jarero menciona que hay un amplio rango de “reacciones mal adaptadas” provocadas por estrés traumático que van de violaciones menores a severas de las leyes militares y civiles. Algunos, enlista, incluyen: matar intencionalmente a civiles, tortura de rehenes, violación, brutalidad, saqueo, heridas autoinfligidas, deserción, matar animales, no tomar previsiones y provocar intencionalmente la muerte de compañeros o jefes.
Pero también hay adaptaciones positivas como el incremento del aprecio por la vida, formar fuertes lazos de camaradería y profundo sentimiento del orgullo. En cualquier caso, insiste, la atención oportuna es crucial. Este diario solicitó una entrevista con el doctor Jarero para abundar sobre el tema, pero nos remitió únicamente a este artículo con el argumento de que no puede revelar más datos por tratarse de asuntos confidenciales y de seguridad nacional.
Salud bajo observación
En México, el estado de la salud mental de los militares cobró relevancia y ha sido objeto de estudio desde el 2000, cuando el personal de sanidad de la Secretaría de la Defensa encontró casos de trastorno por estrés traumático entre un grupo de 2 mil 800 militares que participaron en el conflicto armado contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Un poco antes, entre 1998 y 1999, en el Hospital Central Militar se estudió el consumo de alcohol entre los pacientes psiquiátricos. Los especialistas Alonso Ramos Pinedo y Marcos Hernández Daza diagnosticaron en 105 militares depresión, esquizofrenia, ansiedad y diversos tipos de trastornos: adaptativo, bipolar, por abuso de sustancias tóxicas, obsesivo compulsivo y de la identidad sexual.
Evidenciaron que el consumo de alcohol y el trastorno ocasionado por el abuso en el consumo de bebidas embriagantes es un padecimiento frecuente asociado a los padecimientos psiquiátricos de los pacientes que ven a diario en su consultorio.
En 2007, los doctores Fernanda Nallely Martínez, Marcos Hernández Daza y Marcos Chávez Dueñas analizaron durante seis meses a 225 pacientes hospitalizados en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Central Militar para conocer los niveles de agresividad e impulsividad.
El estudio reveló que “aunque los pacientes psiquiátricos no son los autores de muchos homicidios ni de la violencia social, es evidente que existe una relación entre padecer algún trastorno mental y un aumento en el riesgo de la violencia”.
Indicó que aunque la relación entre enfermedad mental y agresión no es directa, se encontraron mayores niveles de violencia entre quienes pertenecen a rangos socioeconómicos altos, situación que obedece a que durante la enfermedad se liberan los impulsos que normalmente fueron reprimidos durante su vida.
El nivel de agresividad fue alto entre el 12.9 por ciento de los pacientes analizados y el de impulsividad fue alta en 62.2 por ciento. El reporte destaca que el nivel de agresividad es mayor en hombres y en padecimientos tales como trastornos del control de impulsos, ansiedad, esquizofrenia, uso de sustancias y trastornos debidos a enfermedades médicas. La impulsividad fue más alta en mujeres y se correlaciona con el consumo de alcohol y tabaco.
Expediente cerrado
Cuando los peritos de la CNDH investigaron el caso de José Fausto no pudieron obtener el testimonio del mando militar que ordenó y participó en la detención arbitraria y tortura, porque el comandante de la 17 Compañía en Sonoyta, Sonora, argumentó que quien estuvo a cargo de la operación “se encontraba encamado en las instalaciones del Hospital Central Militar en el área de psiquiatría”.
La Sedena aseguró a la CNDH que el Reglamento de Reclutamiento de Personal para el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos establece y define los procedimientos para la capacitación, identificación y selección del personal, “a efecto de que se reúnan las características físicas, psicológicas e intelectuales para cumplir con sus funciones en el Ejército Mexicano”.
Sobre los actos de tortura ordenados por el mando militar que tenía un padecimiento psicótico diagnosticado por la propia institución castrense, la Sedena, según consta en el oficio DH-R-5897, determinó archivar el expediente “por falta de elementos”.
Arturo Guzmán, médico psiquiatra de la UNAM y experto en intervención en crisis para víctimas de la violencia, explica que la prevalencia de enfermedades psiquiátricas entre los militares en acción es hasta cierto límite una situación normal que enfrentan los ejércitos en el mundo y ante al que hay que actuar de inmediato.
“Lo malo es que muchos militares estén combatiendo o cumpliendo con la función que se les asigna sin saber cuál es su estado de salud mental, y peor aún es que se sepa que tienen un trastorno psiquiátrico y que pese a ello, los pongan al mando de operaciones que implican un riesgo para otras personas y para ellos mismos”, destaca el especialista.
El Universal